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18 mayo, 2024

México

EL IXTOC, LA OTRA HISTORIA, A 42 AÑOS

MÉXICO. Ciertamente no era el primero, ni sería el último incendio en el mar, pero para México y los mexicanos parecía un hecho insólito, realmente increíble. ¿Fuego en el mar? El acontecimiento de hace 42 años y 31 días, ocurrió en el Gobierno de José Lopez Portillo, presidente y la administración en PEMEX del ingeniero Jorge Díaz
Serrano.

La otra historia se escribió así: El 3 de junio de 1979, en la Sonda de Campeche, el aporte económico más grande en la historia de PEMEX se descontroló la plataforma marina del Pozo Ixtoc No. 1 (a 94 kilómetros al noroeste de Cd.

del Carmen, Campeche), en la etapa de perforación. Empezó a fluir  gas y aceite hacia la atmósfera y se produjo el fuego.

Díaz Serrano, de origen sonorense, se encontraba en Venezuela durante una gira por Sudamérica, cuando en el hotel donde se hospedaba recibió un télex con el siguiente texto: “Al sacar la tubería de perforación del pozo exploratorio Ixtoc I (coma) en la Sonda de Campeche (coma) se produjo un descontrol e incendio (punto) No pudieron actuar los preventores (coma) y el pozo fluye libremente (punto) El equipo se abandonó sin pérdida de la tripulación”. La traducción era: “el costosísimo equipo se perdió”.

El Ing. Jorge Escalante era socio y director de la compañía Permargo, favorecida con este jugoso contrato. Díaz Serrano era el fundador y accionista. Afirmó haber renunciado a la sociedad el 23 de septiembre de 1975, antes de asumir la dirección de Pemex, aunque, algunos periódicos lo cuestionaron porque no lo demostró. Se dijo
que estos contratos los manejaba Pemex con personal del sindicato petrolero.

Salió a la luz pública que la Permargo había subcontratado el trabajo a empresas como la Sedeo, propiedad de William Clements, y la ExLub, quedándose con una jugosa tajada.

El Ing. Heberto Castillo, reputado técnico y líder de opinión, mostró una escritura donde aparecía Díaz Serrano como propietario del 25% de las acciones, el otro 25 era de su amigo Jorge A. Escalante, y el restante 50% de un misterioso señor llamado Fernando Cabrera Acevedo, del que nadie en ese medio había oído hablar. No se le había visto nunca. Se especuló que podía ser George Bush, que formaba parte del Consejo de Administración, o el mismo José López Portillo, amigo de Serrano.

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Más aún, Castillo afirmó que de los muelles de Pemex salían barcos cargados de crudo que se vendían en el mercado negro de Rotterdam, Holanda, sin que esas exportaciones fueran registradas por la empresa. Calculó que el quebranto era del orden de los 15,000 millones de dólares. Cuando se le imputa a Pemex ineficiencia como
justificación para privatizarla, ¿no sería mejor librarla de la corrupción? (En las maniobras del pozo incendiado), “había una persona de nombre Red Adair, el apagador de pozos más capaz que había en el mundo en ese entonces (en 1947 junto con Kindley fue contratado para sofocar el pozo PR-6. L.Z).

Ese señor pedía un cheque firmado en blanco; cuando terminaba de arreglar el pozo llenaba el cheque con la cantidad que él consideraba suficiente. Llegó Red Adair, vio y dijo: “Eso no lo van a contener con nada, lo que hay que hacer es perforar dos pozos direccionales por si uno de ellos falla. Tiene que llegar exactamente a la boca
del yacimiento y ahí taponarlo. No se puede hacer nada más”.

Así lo consigna en su interesante libro “Memorias de un petrolero” (2003), el Ing. Reyes Roberto Colín Miranda, quien más tarde sería gerente de Pemex en la Zona Centro (Poza Rica).

Según la docta versión de Adair, los pozos de alivio direccional eran la única solución. A primera vista, desde el avión, calculó que ahí se estaban perdiendo 30 mil barriles diarios.

En su informe de gobierno el 1 de diciembre de 1979, López Portillo defendió a Díaz Serrano a ultranza, algo inusual, y sobre todo, ante las dimensiones de la tragedia. Evidentemente, los compromisos entre ambos personajes eran fuertes. Incluso, para salvarlo del canibalismo político, posteriormente lo designó para que a nombre de los tres poderes de la Unión hablara en la Cuarta Reunión de la República (reunión estéril del presidente y sus secretarios con los gobernadores), en Hermosillo, Son., su tierra natal.

En cuanto al Ixtoc 1, una vez que se inyectó cemento al yacimiento se controló el fuego, pero ya se habían causado pérdidas por 3,000 millones de pesos, por la destrucción del equipo, el desperdicio de petróleo y gas, por las
complicadas y costosas maniobras y los daños irreversibles a la ecología por la contaminación que alcanzó la península de Yucatán, y según EE.UU. también el sur de La Florida, por lo que reclamaron una indemnización, sin lograrlo.

El pozo se apagó el 25 de marzo de 1980; la conflagración duró 294 días. La derrama fue de más de 3
millones de barriles en el Golfo de México.

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Oficialmente, se exculpó a funcionarios, técnicos y trabajadores, es decir, nadie fue responsable, ni siquiera la torpe compañía Permargo.

Algunas fuentes bien documentadas propalaron la versión de que el accidente había sido ocasionado por problemas técnicos debido a negligencia, sin embargo, Díaz Serrano en presencia del procurador de Justicia de la Nación, Óscar Flores Sánchez, en rueda de prensa aseveró que no fue culpa de nadie. Poco faltó para que dijera: “fue cosa del destino”. Total, quien perdió fue Pemex.

No deja de resultar extraño que en esas operaciones cuantiosas, con equipo caro y grave riesgo, no se haya contratado un seguro por un eventual accidente. Fue un considerable ahorro de la Permargo (y la ceguera de Pemex).

Las pérdidas multimillonarias las asumió el pueblo, no la empresa propiedad del director y sus poderosos socios.

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