CAMPECHE, CAMP.- En pleno corazón del Centro Histórico, el grito de los comerciantes ambulantes resonó entre las calles: “¡Nos quitan lo poco que tenemos!”, esto pues la tarde de ayer, por órdenes de la alcaldesa Biby Rabelo, inspectores municipales desalojaron a vendedores de la calle 53, desatando un enfrentamiento verbal y dejando a varias familias sin sustento diario.
El conflicto no es nuevo. Aunque 11 comerciantes cuentan con permisos del Ayuntamiento para operar en distintas zonas, el resto sigue en el limbo. Según Rogelio Loeza, líder de los locatarios, el acuerdo alcanzado recientemente buscaba regular el comercio ambulante sin recurrir a la fuerza. Sin embargo, el desalojo contradice estas promesas.
“Nos pidieron mantener limpios los espacios, pagar una cuota fija y respetar las áreas designadas”, señaló Rogelio, aunque considera una buena medida para evitar que se bloqueen los accesos a los campechanos a la calle si resaltó que hay una contradicción que aviva la frustración entre los afectados.
Y es que durante una reunión ayer con la Comuna, se acordó que los 11 ambulantes que cuentan con permisos seguirían pagando un permiso, pero querían que pagaran por metro cuadrado lo que consideró de arbitrario ya que no todos los días tienen ventas para poder cubrir un pago estimado en la superficie en que estén asentados por lo que la cuota aún la estipulará el Ayuntamiento.
Por último, reiteró a autoridades municipales, que estos comerciantes llevan más de 10 años comercializando en la zona, además que consideren q ellos no tienen un horario fijo ya que permanecen el tiempo necesario para vender su producto ya sea con lluvia o sol porque de la venta de sus artículos es que obtienen los ingresos para la economía familiar.
Aunque la alcaldía justifica los desalojos como una medida para “ordenar el comercio”, las calles ahora son testigos del malestar de quienes luchan bajo el sol y la lluvia para alimentar a sus familias. El panorama refleja una administración que promete inclusión, pero que, para muchos, deja un amargo sabor de exclusión.