Se dice que esta historia ocurrió en Champotón. Existía una niña que se sentía solitaria ya que sus padres a menudo viajaban fuera de la pequeña localidad; su padre era el jefe del pueblo. Para que se sintiera menos sola, sus padres le consiguieron un perro.
Rápidamente la niña y el perro se convirtieron en mejores amigos; todas las noches el perro dormía a su lado y lamía sus manos. Una noche, la niña despertó cuando el perro le lamía las manos pero como esto era normal siguió durmiendo.
A la mañana siguiente, miró a su lado y el perro ya se ha muerto. En el espejo de su cuarto había una nota que decía: ‘no solo los perros lamen’.