CAMPECHE. En el corazón del Centro Histórico, donde las antiguas fachadas conviven con el bullicio moderno, la iglesia de San Juan de Dios emerge como un guardián silencioso de la historia. Considerada la más antigua de la ciudad, este templo carga el peso de los siglos, pero también enfrenta un deterioro que amenaza con silenciar su legado.
La preocupación no es menor. El vocero de la Diócesis, Luis Ángel Mendoza Pérez, advirtió que la iglesia enfrenta un estado crítico similar al de la parroquia de San Luis Obispo en Calkiní, cuya estructura colapsó parcialmente.
“Estamos vigilando constantemente esta iglesia porque su ubicación es un riesgo”, señaló, subrayando que se han puesto en marcha trabajos de intervención preventiva bajo la supervisión del INAH.
Rodeada por el trajín del mercado principal, San Juan de Dios parece imperturbable. Sin embargo, sus paredes cuentan otra historia. Las grietas visibles en los muros y el desgaste de su bóveda de cañón corrido evidencian años de descuido. Cada día que pasa sin acciones concretas incrementa el riesgo de un colapso.
Desde enero de 2024, bajo la dirección del párroco Marco Antonio Martínez, se han iniciado restauraciones para proteger su estructura. Uno de los focos principales es el ciprés del templo, donde se realizan trabajos meticulosos que podrían revelar detalles ocultos, como molduras con láminas de oro, un tesoro que refuerza su valor histórico.
RESTAURAR EL PASADO
En el altar principal, el tiempo y las capas de pintura añadidas en años recientes ocultan la esencia original de esta joya arquitectónica. Un equipo de restauradores emplea procesos químicos para retirar las capas de pintura, con la esperanza de redescubrir la majestuosidad que una vez deslumbró a los fieles.
Las columnas, con su vibrante tonalidad bermellón, también están recibiendo tratamientos especializados para garantizar su conservación. Mientras tanto, los pedestales, desgastados por el paso del tiempo, son intervenidos con una precisión casi quirúrgica.
Más allá de su valor arquitectónico, la iglesia de San Juan de Dios es un símbolo de resiliencia. En 1685, durante el ataque del pirata Lorencillo, sirvió como refugio para los habitantes de la villa. Aunque el hospital que la acompañaba desapareció, la iglesia permanece como un testimonio de aquellos días.
MONITOREAN OTRAS IGLESIAS
San Juan de Dios no está sola en esta batalla. Otros templos emblemáticos, como Nuestra Señora de Guadalupe y la Catedral de la Inmaculada Concepción, también enfrentan el deterioro. Aunque se realizan esfuerzos de mantenimiento, los recursos y el tiempo parecen jugar en contra de estas reliquias.
La conservación de estos tesoros arquitectónicos requiere un esfuerzo colectivo. El Gobierno, Diócesis y la sociedad deben actuar juntos para preservar este legado. Cada grieta es un recordatorio de que el tiempo no se detiene, pero la acción coordinada podría ser la clave para evitar una tragedia.
Por último, el vocero reiteró que, con cada grieta que aparece y cada día que pasa, el llamado es a salvar estas estructuras se vuelve más urgente pues no se puede ganar la batalla contra el tiempo y solo el esfuerzo conjunto logrará que se mantengan.