CAMPECHE, CAMP. La reconstrucción no se mide solo en metros de obra, sino en la confianza de que el resultado será seguro y duradero. Mientras el techo aún no llega y los trabajos avanzan con cautela, la comunidad no habla de retrasos ni de molestias, habla de paciencia, de fe y de cómo aprendió a vivir este tiempo sin su templo, pero no sin sus celebraciones.
Durante un recorrido de CAMPECHE HOY, vecinos, fieles y comerciantes coinciden en que el ritmo pausado no es un problema, sino una garantía. Nadie exige prisas. Al contrario, muchos ven en la espera una forma de asegurarse de que, cuando el día del regreso llegue, el templo sea un espacio firme y seguro.
“Trabajan diario, pero van lentos con el techo y se entiende, no es fácil. Dicen que ya para el 2026 estará terminado, pero ojalá que tarden más para asegurarse que todo esté seguro”, comenta Vicente Ramos, chofer de motocarro.
La esperanza está puesta en volver, pero volver bien. Carlos Piña, un vendedor de frutas lo resume sin dramatismo: “Es un trabajo complicado, se nota. Muchos estamos esperando ver por dentro qué nuevas habrá, pero de que tardará, tardará, y es lo mejor”.
LA ESPERA COMPARTIDA
El patio de la parroquia, ahora habilitado como espacio principal, se convirtió en el nuevo centro de reunión. Ahí se dan las celebraciones, aunque con limitaciones. “Definitivamente nada ha sido igual, todos nos hemos tenido que acoplar a un nuevo espacio, quizá más reducido porque las sillas no dan para todos, pero la fe se ha mantenido”, señala Mauricio Acosta, chofer de combi.
Para muchos, este tiempo ha sido una prueba que reforzó la comunidad. María del Socorro Cahuich observa los avances con optimismo: “Todos los días trabajan Desde el inicio de los trabajos, obreros recibieron casco, chaleco y botas; la seguridad es prioridad mientras avanzan las labores en el municipio de Calkiní.
MANOS PROTEGIDAS POR DIOS NADIE OLVIDA EL DÍA DE LA TRAGEDIA
y es una buena señal de que pronto tendremos nuestra casa”. “Gracias a Dios las misas siguieron, al igual que las fiestas, esperamos que pronto termine la obra”, señaló Aurora Jiménez.
Incluso quienes participan directamente en la dinámica parroquial destacan el ánimo de la gente. El monaguillo Agustín Torres asegura que hay coordinación para que la transición no pese tanto: “Con las misas en el nuevo espacio todo va bien, hay organización para que la gente sienta que nada ha cambiado”.
Don Ismael Can, un vendedor no lo olvida: “Fue un milagro que nadie muriera en esa tragedia, y con la gracia de nuestro Señor pronto nuestra casa de oración volverá a levantarse”. Esa experiencia marcó la forma en que hoy se mira la reconstrucción, sin presión, pero con mucha expectativa.

