CDMX– El anuncio del presidente de Irán, Masud Pezeshkian, sobre el fin de la guerra de 12 días con Israel, tras el alto el fuego propuesto por el presidente estadounidense Donald Trump, marca un punto de inflexión en un conflicto que ha dejado profundas cicatrices en la región.
En su comunicado, Pezeshkian no escatimó en calificativos, describiendo la ofensiva israelí como una “agresión imprudente” del “régimen sionista” que, según él, fracasó en su intento de destruir las instalaciones nucleares iraníes y desestabilizar al país.
Sus palabras, cargadas de un tono triunfalista, aseguran que Israel pagó un “severo e histórico castigo” y enfrentó “daños inimaginables”.
Este cese al fuego, aunque bienvenido, no borra las tensiones subyacentes que alimentaronel conflicto.
La narrativa de Pezeshkian busca proyectar fortaleza interna y externa, pero las implicaciones de estos 12 días de hostilidades van más allá de la retórica.
La comunidad internacional debe ahora preguntarse si este alto el fuego es un verdadero paso hacia la desescalada o apenas una pausa en un enfrentamiento con raíces mucho más profundas.
La estabilidad en Oriente Medio sigue pendiendo de un hilo, y el desafío para Irán, Israel y las potencias mediadoras será construir un camino hacia una paz duradera, en lugar de un mero paréntesis entre conflictos.

