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28 marzo, 2024

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Los hijos pueden parecerse al primer amor de nuestra pareja

Esta teoría postulaba que la estirpe de una hembra y un macho podía adquirir cualidades físicas de otro macho que se hubiera apareado con la hembra anteriormente (idea ya expuesta anteriormente por Aristóteles). Este planteamiento basado en la impregnación y en la herencia no genética que, posteriormente fue desterrado científicamente, acaba de ser demostrado en moscas, tal y como publica la revista Ecology Letters.

Un equipo de científicos australianos liderados por Angela Crean realizó un experimento con moscas, cruzando insectos inmaduros con machos grandes y pequeños. Una vez que ya eran fértiles, cruzaron a las hembras de nuevo, descubriendo que “a pesar de que el segundo macho engendró la descendencia, el tamaño de la progenie lo determinaba el de la anterior pareja sexual de la madre. Este hallazgo muestra que también se pueden transmitir algunos rasgos adquiridos a la descendencia de parejas posteriores de una hembra”, afirma Crean, líder del estudio.

 Según el estudio, la teoría de Weismann no era tan descabellada, ya que la “primera impregnación” tiene más probabilidades de influir en la hembra que las posteriores: primero, porque es más joven y segundo, porque las posteriores tendrían que compartir su “influencia” con las anteriores. Esto explicaría por qué, por ejemplo, los hijos de un segundo matrimonio o una segunda pareja puedan parecerse a los de la primera pareja, mostrando características tan llamativas como el pelo pelirrojo, siendo sus actuales progenitores morenos.

 Trasladando el experimento de las moscas a los seres humanos, la capacidad del ARN de los espermatozoides podría también alcanzar óvulos inmaduros provocando esa “impregnación” y por tanto estar presente en un embarazo posterior, provocando reordenamientos genéticos que variarían la expresión de los genes.

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