Síguenos

¿Qué estás buscando?

28 abril, 2024

Vivir Bien

¿Por qué confesamos nuestros pecados?

Por Abril Valencia

Cuando el joven sabe que su novia a quien dice amar se ha enterado que le ha fallado, buscará todos los medios para tratar de explicarle y pedirle perdón. ¿Qué pasaría si el joven, en lugar de hablarle manda a otro? ¿Qué pensaría ella? ¿Se restauraría el daño? Si la parte ofendida realmente quiere salvar la relación, anhelará que el que ha fallado se acerque y trate de arreglar las cosas, independientemente que un tercero trate de acercarlos. 

Piensa por un momento que tú eres la parte ofendida, con seguridad exigirías una explicación, ¿no es así? Sin embargo, cuando se trata de Dios, en lugar de hablarle personalmente, evitamos esa responsabilidad de aceptar nuestra culpa y humillarnos, sustituyéndolo con contarle a alguien más o pedir que se ore por nosotros.

Borrando el pecado 

En Santiago 5:16 se nos recomienda confesar nuestros pecados unos a otros y orar para que seamos sanados, puesto que la oración eficaz del justo puede mucho, sin embargo, el hacerlo no limpiará nuestro pecado delante de Dios ni restaurará nuestra comunión, sino que permitirá que otra persona ore por nosotros, a fin de que nuestra fe no falle, y volvamos a caer otra vez en el error.

Las Escrituras nos explican que para borrar nuestros pecados debemos acercarnos primero a Dios. 1 Juan 1:9 señala que " Si le confesamos nuestro pecado, Él es fiel y justo para perdonarnos, y limpiarnos de toda maldad".

No hay nada que podamos hacer: ni las buenas acciones, caridad o largas plegarias podrán limpiarnos, sólo humillarnos delante de Dios reconociendo que hemos pecado, y pidiendo su perdón. Lee Isaías 1:18, Dios mismo pide que nos acerquemos y nos pongamos a cuenta, que razonemos con Él porque "aunque tus pecados sean como rojos, como la nieve serán emblanquecidos", pero el requisito es ir a Él.

Advertisement. Scroll to continue reading.

Una lucha de orgullo 

La confesión es necesaria para quitar el orgullo de nosotros tras reconocer que hemos fallado y que requerimos ayuda, pues un corazón humillado nunca será despreciado (Salmo 51:17), "Dios atiende al humilde, más al altivo lo conoce de lejos" (Salmo 138:6), así que, en esa actitud de dependencia de Dios, podemos encontrar una respuesta.

Si pretendemos confesarnos con otra persona antes o en lugar de Dios, manifestamos un acto de irresponsabilidad y altivez, que hará que nuestro corazón se endurezca cada vez más, hasta llegar a justificar nuestras fallas y pecados pensando que no son tan graves, que otro más los hace o que pueden ser pasados por alto, hasta que sin darnos cuenta no necesitemos a Dios, siendo ésto una pérdida de comunión y de su gracia.

Te puede interesar

Advertisement