CAMPECHE, CAMP. La capital campechana se ha convertido una vez más en un punto de convergencia para cientos de peregrinos, quienes desafían el clima y las incomodidades del camino con un único motor: una fe inquebrantable hacia la Virgen de Guadalupe. A solo días de la gran celebración del 12 de diciembre, el ambiente en el tradicional barrio de Guadalupe es un testimonio vivo de devoción y sacrificio.
La escena se repite anualmente. Con una meticulosidad aprendida en el camino, los peregrinos que han llegado de diferentes rincones desde Yucatán, municipios de Campeche e incluso del interior de la república aseguran sus bicicletas y, sobre todo, las imágenes religiosas que portan con orgullo. El vehículo es esencial; la imagen, sagrada.
De mochilas perfectamente enrolladas, salen los cobertores, que se extienden sobre el suelo para atenuar el rigor de la noche. Bolsas de plástico contienen sus pertenencias más vitales, ropa limpia, artículos de higiene, cargadores, celulares y lámparas para iluminar sus jornadas.
Mientras algunos buscan el calor del grupo y se acurrucan, otros exhiben una resistencia notable al despojarse de su camisa. El tiempo también se ocupa en la lectura o la distracción digital; algunos sacan sus lentes para leer noticias o revisar sus celulares, siempre con la vigilancia atenta de sus bicicletas aparcadas muy cerca.

