CAMPECHE, CAMP.Entre montones de pétalos dorados, el aire huele a vida y despedida. En plena avenida Miguel Alemán, en la capital, un toldo improvisado se ha convertido en refugio de un mar de flores de cempasúchil que llegaron directamente desde Puebla y ahora dominan el paisaje. Las ventas, dice el vendedor Enrique Rivera, se han elevado más del 70 por ciento en las últimas semanas, con ramos que se ofrecen a 80 pesos.
Los tablones, teñidos de naranja encendido, parecen un campo vivo donde Enrique, de manos ágiles y sonrisa paciente, acomoda racimos de sol en pequeñas bolsas de germinación. Cada flor parece una chispa dispuesta a guiar el camino de los que vuelven esta noche.
El aroma dulzón se mezcla con el murmullo de los compradores que se detienen a escoger las más frescas, las que durarán hasta el altar o el cementerio. “Ofrecemos precios económicos para los campechanos, estas flores se venden como pan caliente”, comenta don Enrique mientras entrega un ramo.
KILÓMETROS DE FLOR PARA UN ALTAR
Las flores viajan cientos de kilómetros antes de encender los altares campechanos. “Las traemos de Puebla, por carretera, en camiones refrigerados o con buena ventilación. Van envueltas en plástico o en costales, y aunque son delicadas, aguantan el viaje si se cortan a tiempo y se mantienen húmedas”, explica.

