En un mundo dominado por pantallas, donde la imagen parece decir más que las palabras, los jóvenes crecen moldeando su identidad en medio de una cultura digital que exige perfección o validación.
La búsqueda de aprobación inmediata y la constante exposición en redes sociales han convertido la validación virtual en una moneda emocional que define, cada vez más, cómo se perciben a sí mismos.
Las redes sociales se han vuelto un espejo fragmentado de la realidad, un espacio donde la apariencia, los filtros y los números sustituyen la espontaneidad y la autenticidad. Lo que antes era una herramienta para conectar, compartir y expresarse, ahora se ha transformado en su mayoría de veces en un escenario donde se compite por atención, relevancia y aceptación.
Un modismo en las nuevas generaciones es “me da cringe”. En redes sociales, “cringe” significa sentir vergüenza ajena o una sensación de incomodidad y pena hacia alguien, por ejemplo ver a alguien ser “demasiado” intenso en algo que lo apasiona, se convierte en un juicio social que se usa para rechazar a alguien por ser diferente, por no seguir ciertas normas populares impuestas por la misma sociedad.
MIEDO A SER ETIQUETADO ‘CRINGE’
El miedo a ser catalogado como “cringe” puede llevar a los jóvenes a la autocensura y a restringir la libre expresión de sus gustos e individualidad.
En ese entorno, los jóvenes viven un proceso complejo: construir su identidad personal bajo la presión de mostrar una vida “perfecta” ante los ojos del mundo digital o crearla a partir de la autoaceptación.
A diario, miles de ellos sienten la necesidad de pertenecer, de encajar en un modelo que parece premiar la belleza, la popularidad y el éxito instantáneo. Sin embargo, detrás de cada fotografía cuidadosamente editada, muchas veces se esconden inseguridades, comparaciones y un silencioso desgaste emocional.
En esta era donde la imagen domina y la validación se mide en números, la pregunta surge inevitable: ¿hasta qué punto seguimos siendo dueños de nuestra identidad cuando esta depende de una pantalla?
IDENTIDAD EN CONSTRUCCIÓN
Las redes sociales se han transformado en un escenario donde cada usuario interpreta un papel cuidadosamente diseñado. Esta versión idealizada de sí mismos no siempre coincide con la realidad, generando una brecha entre quiénes son y quiénes aparentan ser.
En plataformas como Instagram y TikTok, la identidad ya no se forma solo a partir de la convivencia o las experiencias personales, sino también a través de lo que se muestra en pantalla.
Psicólogos y sociólogos advierten que esta exposición constante influye directamente en el desarrollo de la identidad juvenil, una etapa que por naturaleza implica búsqueda, comparación y autoafirmación. La diferencia ahora es que ese proceso íntimo se ha vuelto público, entorno cercano, sino de cientos o miles de desconocidos.
La psicóloga Gladys Romero comenta que: en la adolescencia, el grupo de referencia que son los pares (los grupos que siguen, música que escuchan, modas, personas de las que son fan como sus ídolos o influencers) pasan a ser el grupo más importante para los jóvenes.
“Lo que ellos ven en redes sobre sus pares, puede afectar altamente su autoestima, su nivel de autocrítica, su identidad y puede tener repercusiones en su salud emocional y mental, sobre todo si ellos se comparan y se ven desfavorecidos al momento de compararse”, comenta.

