La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha puesto el dedo en la llaga al cuestionar, con un tono entre sarcástico y contundente, el sistema de legisladores plurinominales en México. Durante “La mañanera del pueblo”, Sheinbaum no solo anunció que presentará una propuesta para revisar las listas de plurinominales, sino que lanzó una crítica velada pero afilada contra Ricardo Anaya, exlíder del PAN, al aludir a quienes “están seis años fuera de México y de repente regresan para ser el número uno de la plurinominal”.
La pregunta retórica de la presidenta, “¿Cómo?”, resuena como un eco de la indignación popular ante un mecanismo que, lejos de fortalecer la democracia, la ha convertido en un coto de privilegios para unos pocos.
El sistema de representación proporcional, en teoría, busca garantizar la pluralidad en el Congreso. Sin embargo, en la práctica, los plurinominales se han convertido en una puerta trasera para que políticos de carrera, desconectados de las necesidades del pueblo, aseguren un escaño sin el esfuerzo de hacer campaña territorial ni rendir cuentas a los ciudadanos.
La referencia a Ricardo Anaya no es casual: su prolongada ausencia del país tras su derrota electoral en 2018 y su posterior intento de regresar al escenario político como plurinominalencienden la chispa de una discusión más amplia sobre la legitimidad de este sistema. ¿Cómo puede alguien que ha estado ausente de las luchas cotidianas del país aspirar a representarlo? La presidenta tiene razón al señalar esta incongruencia, pero su propuesta de exigir campaña territorial a los plurinominales no va lo suficientemente lejos.
Eliminar los plurinominales por completo sería un acto de congruencia con el discurso de austeridad y transformación que ha caracterizado al gobierno de la 4T.
Estos legisladores, designados por las cúpulas partidistas, no solo representan un gasto innecesario para el erario público, sino que perpetúan un sistema de cuotas y favores que beneficia a los mismos de siempre.
En un país donde la desigualdad y la desconfianza en las instituciones persisten, permitir que figuras como Anaya —o cualquier otro político que vea en los plurinominales una vía para mantenerse en el poder sin esfuerzo— ocupen un lugar en el Congreso es un insulto a la ciudadanía que sale a votar con la esperanza de ser escuchada.

