CANCÚN —sí, donde los amaneceres con mar turquesa y lo verde nunca faltan— se cocina una megaobra que va a aliviar el tráfico, conectará más rápido a los locales con sus empleos, pero sobre todo respeta a la naturaleza.
Se trata del Puente Vehicular Nichupté, un proyecto de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) que bien podría ser el ejemplo perfecto de que el desarrollo no tiene que ser enemigo del medio ambiente.
Este no es el típico puente que rompe todo a su paso. Aquí se aplica tecnología de alto nivel, como el método de construcción “Top Down”, que básicamente significa construir de arriba hacia abajo.
Se usan poleas para armar la estructura sin que los ecosistemas sufran una invasión de maquinaria pesada, en pocas palabras, significa menos impacto para la laguna y sus habitantes naturales.
¿Y qué pasa con la flora y fauna? Pues tampoco se les olvidaron, hay un ejército de biólogos, ingenieros y expertos ambientales trabajando a la par de los constructores para proteger manglares, aves y hasta pastos marinos.
De hecho, ya se restauran 306 hectáreas de praderas submarinas que, entre otras maravillas, limpian el agua, retienen carbono y dan hogar a especies protegidas. Todo esto está respaldado por la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA).
Este cruce también tiene un propósito urgente: conectar Cancún con su zona hotelera sin depender de una sola vía, lo que lo convierte en una salida clave en caso de huracanes o emergencias ambientales. Sí, también es un salvavidas.
Así que, si pensabas que el desarrollo sustentable era puro rollo, el Puente Nichupté viene a callar bocas. Es infraestructura que respeta, tecnología que protege y una apuesta clara de la SICT por un futuro donde no tengamos que elegir entre progreso y naturaleza.
