Si has notado que, de un momento a otro tu hijo guiña un ojo, hace chasquidos, se toca una oreja, se rasca la nariz, hace muecas, mueve su cabeza ligeramente, produce ruidos o repite una palabra sin razón aparente, puede que haya desarrollado un tic nervioso, es decir, un movimiento o sonido involuntario, imprevisible, rápido y repetitivo, que suele ser transitorio e inofensivo, pero que también puede generar dificultades académicas y sociales si no se maneja adecuadamente, y no se acompaña en el proceso.
Los tics suelen aparecer entre los cinco y los siete años de edad, siendo más frecuentes en los niños que en las niñas, sobre todo en aquellos más tímidos. Asimismo, tienden a intensificarse por cansancio, estrés, falta de sueño y ansiedad, y a disminuir e incluso desaparecer temporalmente cuando el niño está relajado, concentrado en algo que atrapa por completo su atención, o dormido.
Varios estudios han demostrado que los tics suelen desaparecer durante la adolescencia, más o menos a partir de los 15 años.
Consejos:
»» Evita corregirlo, reprenderlo, culparlo y mucho menos castigarlo. Al contrario, presta atención a las situaciones que desencadenan el tic y evítalas.
»» No prestarle demasiada atención al tic y hacer como si no lo vieras. Ésto puede hacer que tu hijo se sienta perturbado y conllevar a que el tic empeore.
»» No lo sobrecargues con actividades y obligaciones que puedan generarle tensión. En cambio, la actividad física y el ejercicio al aire libre pueden ser buenos momentos de relajación.
»» Anima al niño a expresar sus sentimientos al respecto.
¿Hay algo que lo angustia, le produzca ansiedad o le genera estrés en su cotidianidad?
»» Si notas que el tic afecta sus actividades comunes, consulta con su pediatra o neuropediatra.
»» Ten en cuenta que los tratamientos con fármacos sólo se consideran en casos graves.
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