Uno de los textos más conocidos es “Clama a mí y yo te responderé y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”, que por cierto se encuentra en Jeremías 33:3 en la versión Reina Valera. Otras versiones lo traducen como “Llámame y te mostraré cosas inaccesibles que desconocías”. Aunque este verso es muy esperanzador, si no entendemos el contexto en el que fue escrito originalmente, puede llegar a frustrarnos. Usar esta frase como promesa que Dios concederá aquello por lo cual has estado pidiendo en oración es sacarla fuera de la idea central.
Para apropiarse de un verso bíblico de manera correcta, es necesario que analicemos el trasfondo en el que esta fue empleada para así saber cuál es realmente el mensaje. Si revisamos la historia, este pasaje fue revelado a Jeremías, un profeta hebreo del Antiguo Testamento (650-586 a.C.), hijo del sacerdote Hilcías, contemporáneo de Ezequiel y anterior a Daniel. En los versos 1 y 2, que preceden a este popular versículo, se nos muestra que el profeta estaba en el patio de una cárcel y estaba preso cuando Dios le hablo por segunda vez y que se presentó a él como el Dios que hizo la tierra, quien la formó y la afirmó, es entonces que lo invita a llamarle. En los versos siguientes versos nos explica que la profecía es dada a Israel en los que promete sanidad, abundancia de paz y verdad, así como hacer volver a todos los israelitas desperdigados para limpiarlos de su maldad.
Entre muchas palabras alentadoras, Dios le declara a Jeremías que habrá un renuevo de David que traería justicia y juicio para salvación. Esta profecía declarada años atrás al profeta, se cumpliría en Jesús, quien fue descendiente de David quien traería salvación. Por tanto, cuando Dios le menciona esas cosas grandes y desconocidas para Jeremías, se refiere justamente a Jesús. Dios le estaba dando aliento al profeta quien se encontraba preso y su pueblo estaba en cautiverio por el rey Nabuconodosor cuyo ejército se preparaba para destruir la ciudad y el templo… una manera de decirle que no se preocupara por lo que viera a su alrededor, pues un día llegaría un redentor.
Aunque este verso no implica que Dios responderá para cumplir lo que deseamos, sí resulta esperanzador, porque al clamar, al llamar a nuestro Dios, Él promete a Jesucristo como redención presente al creer en Él y ser salvo (Juan 6:47 y 11:25), una redención futura (1 Tesalonisenses 1:10) y ser aceptos delante de Él (Efesios 1:6)