Según el estudio, que recoge la revista Journal of Personality and Social Psychology, las personas solemos usar esas impresiones de forma sesgada, como, por ejemplo, pensar que una persona con una cara que nos sugiere más riqueza tiene más probabilidades de ser contratada para un trabajo que otra que nos evoca pobreza.
Otra de las conclusiones del estudio fue que la habilidad para adivinar la clase social de los participantes se aplicaba exclusivamente a los rostros neutrales, por lo que exponen que las emociones enmascaran los hábitos de expresión que se han grabado a lo largo de nuestra vida en el rostro, como una persona que sonría continuamente y parezca feliz que, según los estereotipos, se asocia con ser rico y estar satisfecho con la vida.
Detalles del experimento
Los expertos seleccionaron previamente un grupo de estudiantes según sus ingresos y los fotografiaron con distintas expresiones. Luego, pidieron a otro grupo de alumnos que empleara su instinto para averiguar cuáles eran "ricos o pobres" simplemente mirando sus caras. Los participantes fueron capaces de determinar qué estudiante pertenecía al grupo rico o pobre con un 53% de precisión, un nivel que supera el azar. Además, los resultados no se vieron afectados por la raza, el género del rostro o el tiempo que permanecieron observando las fotografías.
"Hay neuronas en el cerebro que se especializan en el reconocimiento facial. El rostro es lo primero que vemos cuando miramos a alguien. Vemos rostros en las nubes, vemos rostros en tostadas, estamos algo forzados para buscar estímulos parecidos a una cara, y esto es algo consistente, lo que lo hace estadísticamente significativo", aclara Rule.