La respuesta viene de la mano de la biología, sobre cómo los seres humanos nos desarrollamos en el vientre materno, según ha explicado el paleoantropólogo Ian Tattersall del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York (EE. UU.)
La clave está en que todos, los machos y las hembras, estamos construidos con el mismo plan genético; en el útero nos desarrollamos de forma ligeramente diferentes y sobre todo, tras alcanzar la pubertad.
Durante las primeras semanas, los embriones masculinos y femeninos siguen exactamente el mismo modelo, esquema que incluye el tema que nos abarca, el desarrollo de los pezones.
Tras la formación de los testículos, el feto masculino comienza a producir testosterona a las 9 semanas de gestación, cambiando la actividad genética de las células en los genitales y el cerebro. Pero para entonces, los pezones, como hemos visto, ya están ahí, aunque su desarrollo humano posterior haga que esta estructura vestigial no sirva para nada. Así pues, el desarrollo del ser humano explica por qué los hombres cuentan con pezones.
El hecho de seguir contando con este rastro que no cumple un propósito evolutivo es porque tener pezones no es perjudicial para los hombres. No existe ningún coste orgánico por su presencia, de ahí que sigan ahí aunque 'no sirvan para nada', biológicamente hablando.