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22 diciembre, 2024

Vivir Bien

Misioneros de la misericordia

Misioneros de la misericordia

En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos ni entren en ciudades de samaritanos.

Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los Cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente” A partir de hoy, y en tres domingos consecutivos, estaremos escuchando el Discurso Misionero de Jesús en el Evangelio según San Mateo. Este discurso abarca todo el capítulo 10 y vale la pena leerlo completo. Observemos en el evangelio de hoy, cómo todo parte de las entrañas de misericordia de Jesús. Él experimenta sentimientos “paternales” ante su pueblo, los sentimientos de un buen pastor frente a su rebaño, el cual es visto con la mirada misma de Dios. Es de aquí que brota la misión. Sea esta la ocasión para reavivar la conciencia del llamado que el Señor nos hace personal y comunitariamente para continuar su obra en el mundo, y para asumir compromisos misioneros concretos en los diversos ambientes en los cuales nos encontramos.

En la estructura general de su evangelio, Mateo agrupa las más importantes instrucciones del Señor para formar discípulos en cinco grandes discursos: El Sermón de la Montaña, el Sermón de la Misión, el Sermón en Parábolas, el Sermón sobre la Vida Comunitaria y el Sermón sobre el Cumplimiento Futuro del Reino. Una vez que Jesús ha expuesto las bases para ser y vivir como discípulo suyo en el Sermón de la Montaña, realiza una serie de diez milagros. De esta manera, entre los capítulos 5 y 9 se describe ampliamente lo que Jesús “enseña” y “realiza” para cumplir la misión para la cual Dios lo envió. Se capta que la actividad de Jesús es intensa, y nos hace sentir que ni la más pequeña localidad se queda sin recibir la visita de Jesús, el portador de la alegre noticia del Reino que transforma a fondo las desgracias de todo ser humano. Jesús va al encuentro de todos y va al fondo de la realidad humana.

Dos imágenes pasan al primer plano para describir la situación del pueblo que requiere del anuncio de la Buena Nueva del Reino: la de un rebaño maltratado y disperso que hay que pastorear, y la de la mies madura y abundante que hay que cosechar.

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Una imagen pastoril y una imagen agrícola sirven para pintar el panorama en el cual se va a realizar una misión que no admite dilaciones.

Según el punto de vista de Jesús, el pueblo está cansado y agotado: es como un rebaño sin pastor. Jesús ve más allá de las apariencias, capta la realidad profunda.

Jesús no permanece indiferente. San Mateo nos dice: “Sintió compasión”. Esta compasión (literalmente: “se le conmovieron las entrañas”) es una expresión profunda de la sintonía y la participación de Jesús en el dolor de la gente: Él siente lo que ella siente, lo que la gente vive Él lo percibe en lo más hondo de su ser.

Jesús se sigue expresando en el lenguaje de las metáforas: les habla de “mucha” mies y de “pocos” obreros.

Se visualiza un contraste gritante: una cosecha abundante que hay que recoger a su debido tiempo, y el escaso número de los recolectores disponibles. Jesús no le pide a sus discípulos que proyecten su propio programa para ayudar al pueblo, sino que los invita a orar al dueño de la mies para que mande obreros. El “dueño de la mies” se refiere a Dios como creador, Él es “Señor del cielo y la tierra”. Implica que este pueblo “es de Dios”: Dios es el Señor del pueblo, y todo lo que se refiere a élestá bajo su Señorío.

Es curioso que Jesús haga orar a los mismos que está a punto de enviar al campo misionero. Los discípulos se ven en una doble condición: Oran por el envío de segadores.

Ellos mismos son los segadores. La misión proviene de Dios, el compromiso cristiano en el mundo no es simple altruismo: el pueblo y su situación no es un laboratorio para hacer experimentos sociales y religiosos, no es el espacio para que cada uno haga su interpretación y proponga programas de ayuda meramente humanos.

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La oración por el envío de los misioneros es importante porque quien desee ayudar verdaderamente al pueblo no puede presentarse por iniciativa propia.

Después de haber caracterizado la situación del campo misionero galileo y de haber indicado las condiciones para ayudarlo, Jesús mismo envía a sus discípulos. Jesús se comporta como el pastor del rebaño y el dueño de la mies. Así como la revelación de la voluntad vinculante del Padre en el Sermón de la Montaña, y el ejercicio del poder sanador de Dios en las acciones de poder que se acababan de realizar, también la misión es una iniciativa que requiere plenos poderes por parte de Dios. Lo que Jesús obra, lo hace en nombre de Dios, y es sostenido y determinado por su misericordia hacia su pueblo.

Ésto debe darles cohesión. Bajo esta luz hay que ver el envío de los discípulos por parte de Jesús. Es con este espíritu que ellos deben llevar a cabo la misión.

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