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29 marzo, 2024

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Donantes de sangre: curiosidades de su ‘Día Mundial’

Hoy, 14 de junio, es el Día Mundial del Donante de Sangre. Todos los días importan aquí, pero al menos el 14 de junio las donaciones saltan al foco, recogen la atención que solo recibirían en casos de crisis graves, de tragedias públicas. 

Aquí, unos pocos números y tres curiosidades, ya que hablamos de sangre: la historia de los grupos sanguíneos, el fascinante acordeón de la hemoglobina, la posibilidad de que la sangre joven, de alguna misteriosa pero literal manera, parece rejuvenecer a los más viejos.

Los grupos sanguíneos

Los primeros intentos de transfusiones se van casi al siglo XVII. Con escaso éxito. Aparte de los muchos pasos que hay que dar para conseguir que sean seguras, había algo que por entonces estaban lejos de conocer: los diferentes grupos sanguíneos.

Sangre, donadores, día mundial

Los glóbulos rojos llevan ancladas en su superficie una serie de proteínas que pueden ser diferentes en cada uno de nosotros y que determinan a qué grupo pertenecemos. Si se recibe una transfusión de un grupo diferente, el cuerpo tiende a actuar rechazándolo como un elemento extraño: destruirá los glóbulos ajenos, dando lugar a toda una cascada molecular de productos que aumentan la coagulación y pudiendo llegar a provocar un fallo renal potencialmente fatal. 

Pero esto no se sabía hasta 1901. Por aquel entonces, el médico austriaco Karl Landsteiner observó que, muchas veces, al mezclar sangre de personas diferentes la unión tendía a coagularse (o mejor dicho, a aglutinarse). Tras múltiples combinaciones, clasificó la sangre en tres grupos: A, B y O (años después se añadiría el AB) y los dio a conocer un 14 de junio. De ahí el Día Mundial. Treinta años después le darían por ello el premio Nobel de Medicina. 

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El otro grupo de clasificación principal, el Rh (que se distingue como positivo o negativo), no se conoció hasta 1940, y ahí también intervino Landsteiner, aparentemente poco acomodado tras el Nobel. Hoy en día se conocen más de treinta grupos diferentes, pero la mayoría son tan raros, los tienen tan pocas personas, que apenas tienen importancia en los bancos de sangre. En España hasta el 70% de las donaciones son, o bien 0+, o bien A+. Los del grupo 0-, los más que buscados donantes universales (sus glóbulos rojos no provocan reacción alguna porque carecen de las proteínas que las incitan) son aproximadamente el 9%.
La hemoglobina: un acordeón de oxígeno

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La sangre no se trasfunde como tal. Primero se separa en fracciones, y la más usada es precisamente la que contiene los glóbulos rojos, los transportadores de oxígeno. Pero, ¿cómo hacen para recogerlo y transportarlo, cómo saben cuándo deben cederlo? Gracias a las particulares propiedades de la hemoglobina, su proteína porteadora.

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La hemoglobina de los glóbulos rojos está formada por cuatro unidades, y cada una de ellas aloja un grupo hemo, un pequeño anillo con un átomo de hierro en su interior, que es quien se une al oxígeno. En general se une muy fuerte a él, lo cual podría ser un problema: si no lo sueltan, de poco valdría transportarlo. La clave está en que las cuatro unidades se 'hablan' entre sí y funcionan como un acordeón. Es lo que se llama cooperatividad.

Cuando los glóbulos rojos pasan por los pulmones se encuentran con grandes cantidades de oxígeno a su alrededor. En el momento en que alguno de los grupos hemo capta una molécula de oxígeno se lo 'dice' al resto: aquí, 'decir' significa que se modifican enlaces químicos y la estructura entera se 'relaja', como un acordeón que se expande. Así, el movimiento hace que su afinidad por el oxígeno aumente: de alguna manera les comunica al resto de unidades que deben hacer lo mismo, y el glóbulo rojo se hincha de oxígeno.

Sin embargo, cuando llega al resto de tejidos, el proceso tiene que ser el contrario: la hemoglobina debe cerrar el acordeón, soltar el oxígeno para que las células puedan respirar. Además, deberá adaptarse a las necesidades de cada lugar: habrá órganos o regiones que lo necesiten más, y otros menos. ¿Cómo lo sabe? En parte porque las células especialmente activas liberan más CO2, respiran más y más rápido: esto hace que el pH se haga ácido y que disminuya la fuerza con la que la hemoglobina se une al oxígeno. Y entonces sucede el proceso inverso: una unidad suelta su molécula, le dice al resto que ya no la tiene, la molécula entera se 'tensa' y tiende a desprenderse de más. No solo eso: al liberarse puede también recoger el CO2 y llevarlo hasta los pulmones para deshacerse de él.
 

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