CDMX. La pandemia de covid-19 dejó cicatrices invisibles en millones de personas: daños pulmonares que no se ven a simple vista, pero que se sienten en cada respiración. José Omar Barreto Rodríguez, neumólogo, académico de la Facultad de Enfermería y Obstetricia (FENO) de la UNAM y coordinador médico del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), explica que, aunque no todos los infectados desarrollan secuelas graves, los casos moderados y especialmente los severos enfrentan riesgos significativos a largo plazo.
Las manifestaciones del SARS CoV-2 se clasifican en leves (afectan vías superiores con síntomas como rinofaringitis), moderadas (neumonía sin complicaciones graves) y graves (neumonías extensas con síndrome de insuficiencia respiratoria aguda, requiriendo UCI e intubación).
Precisamente en estos últimos, las secuelas son más comunes: neumonía organizada, bronquiectasias (dilatación deformante de bronquios), bandas parenquimatosas (cicatrices pulmonares), nódulos y atelectasias.
Muchos pacientes necesitaron oxígeno suplementario por meses, además de complicaciones como debilidad muscular, fatiga crónica, hipertensión pulmonar, embolias y afectaciones cardíacas.
Estudios globales de 2025 indican que el Long covid afecta aproximadamente al 6-10 por ciento de los infectados, con síntomas respiratorios persistentes como disnea y tos en hasta el 11 por ciento de hospitalizados. En Latinoamérica, incluyendo México, la prevalencia de disnea post-covid alcanza el 82.5 por ciento en algunos grupos, con mayor riesgo en adultos mayores.
Barreto destaca un lado positivo de la pandemia: las tomografías diagnósticas revelaron enfermedades pulmonares preexistentes, como fibrosis o cáncer, en etapas tempranas, salvando vidas al detectarlas a tiempo.
VIVIR CON MENOS AIRE
José Trinidad Colula Gómez, médico cirujano, contrajo COVID-19 grave en 2021. Pasó 20 días en cama con oxígeno alto, perdió más de 30 kilos y, aunque evitó hospitalización, las secuelas llegaron: fibrosis pulmonar, tromboembolia e insuficiencia cardíaca. “Me costaba caminar, subir escaleras… Fui lento”, relata con voz serena.

