CAMPECHE, CAMP. Los platos rebosantes de la gastronomía campechana están pasando una factura mortal. El estado enfrenta una emergencia silenciosa, el descontrolado aumento de casos de diabetes e hipertensión, un problema que se atribuye directamente a una alarmante prevalencia de obesidad con 7 mil 21 casos y donde las mujeres vuelven a ser mayoría con 4 mil 511, frente a 2 mil 510 hombres, así como la problemática de una mala alimentación.
Las cifras oficiales pintan un panorama doloroso que se gesta en la mesa de cada familia, pues desafortunadamente campechanos llevan una alimentación saturada de cerdo mal balanceado, ultra procesados y porciones que se van de las manos.
Así lo informó Josefa Avendaño, titular de la Secretaría de Salud. En el estado hay 18 casos de diabetes mellitus tipo 1, con 6 hombres y 12 mujeres afectados. Pero la carga real está en la diabetes mellitus tipo 2: 4 mil 614 diagnósticos, de los cuales mil 835 son hombres y 2 mil 779 mujeres. La hipertensión tampoco afloja, 4 mil 626 casos, con 2 mil 38 en hombres y 2 mil 588 en mujeres, manteniéndose como la comorbilidad más frecuente con un 58.3%, seguida de la obesidad y la enfermedad renal crónica.
“Campeche no aparece en los primeros lugares nacionales de sobrepeso y obesidad, pero sí ´dentro´ del rango de estados con mayor prevalencia”, sentenció. Y ese detalle basta para explicar la tormenta metabólica que se ha ido acumulando, pues este patrón alimentario termina desatando la obesidad y esta empujando sin remedio a estas complicaciones.
EL ROSTRO OCULTO DE LA ENFERMEDAD
Aunque las cifras oficiales solo reportan obesidad; el sobrepeso no aparece porque se clasifica como diagnóstico aislado. La vigilancia epidemiológica se centra en la obesidad y estos números no son fríos, cuentan la historia de un estado donde la alimentación se volvió el detonador silencioso de padecimientos que invaden consultorios y hogares.
Las complicaciones asociadas a la diabetes recuerdan por qué este asunto es urgente, heridas que no cierran, infecciones recurrentes, dolor en piernas, pérdida de visión, o incluso amputaciones cuando la enfermedad avanza sin control.
Esa es la parte del iceberg que nadie quiere ver, pero que está ahí, debajo de cada cifra.
Porque lo que está enfermando no es el cerdo —insiste la secretaria— sino la manera en que se cocina y la frecuencia con la que se consume; a eso se suman los productos empaquetados que terminan en manos de niños y adultos por igual.
