CDMX. La plaza Morelos, ubicada en Uruapan, Michoacán, aún huele a cempasúchil quemado y pólvora cuando Grecia Quiroz García, con el sombrero vaquero de su marido en la mano, sube al templete improvisado frente al féretro.
“Apagaron su voz, pero no esta lucha”, grita entre sollozos mientras centenas corean “¡Presidenta! ¡Presidenta!”. Horas antes, en la sala de prensa de la Fiscalía, el fiscal Carlos Torres Piña proyecta un video: Un joven flaco, sudadera blanca, cruza la multitud como un fantasma, salta la jardinera, saca una pistola 9 mm y dispara siete veces al abdomen del alcalde que carga a un niño disfrazado de catrín.
El asesino tiene nombre: Osvaldo Gutiérrez Velázquez, “El Cuate”, de 17 años, originario de la colonia Miguel Hidalgo de Apatzingán. Su primo, Omar Farías Chávez “El Prángana”, es pistolero de los hermanos Álvarez Ayala, “R1” y “R2”, la célula del Cártel Jalisco Nueva Generación que cobra piso a limoneros y aguacateros.
La orden llegó por WhatsApp: 50 mil pesos por la cabeza del alcalde que se atrevió a decir “no”. El Cuate aceptó. Llegó en camión a las cuatro de la tarde, se registró en el hotel San Francisco con un nombre falso, compró tenis negros en el tianguis y esperó la noche.
A las 20:10, Carlos Manzo termina su discurso: “Que Dios bendiga a este hermoso pueblo”. Suena “La Llorona”. “El Cuate” se abre paso entre velas y catrinas, apunta al abdomen y aprieta el gatillo. Siete casquillos brillan en el piso. Manzo cae de rodillas, aún abraza al niño.

