CAMPECHE.- En el corazón de la península de Yucatán, donde las montañas se alzan entre selvas frondosas y las flores pintan de colores el paisaje, late una tradición milenaria que une a las comunidades mayas con la naturaleza: la meliponicultura. En Campeche, uno de los principales productores de miel en México, la abeja melipona, conocida como shunanká en la lengua maya, no es solo un insecto; es un símbolo de vida, memoria y resistencia cultural.
Hablar de la producción de este néctar, nos sumerge en el fascinante mundo de las abejas sin aguijón, cuya miel no solo endulza paladares, sino que preserva ecosistemas, saberes ancestrales y la identidad de los pueblos originarios.
LEGADO GRABADO EN LOS CÓDICES MAYAS
La meliponicultura, el arte de criar abejas meliponas, no es una práctica reciente. Sus raíces se hunden en los códices mayas, donde se documenta la relación sagrada entre los pueblos originarios y estas abejas nativas del continente americano.
En comunidades de Campeche, como Hopelchén y Calakmul, los meliponicultores continúan este legado, trabajando en equipo para proteger a las melisitas, como cariñosamente las llaman, y cosechar su miel, un líquido venerado por sus propiedades nutritivas y curativas.
“Somos indígenas mayas, orgullosamente. Somos los hijos de los descendientes del melipón y culto de nuestro ambiente”, afirma con orgullo don José, un meliponicultor de la comunidad de Chencoh, en Campeche. Para él y otros productores, la melipona no es solo una fuente de sustento; es una forma de vida que conecta a las nuevas generaciones con la memoria de sus abuelos.
“Siento una emoción muy grande porque, gracias a mi papá, empecé a aprender a valorarlas”, comparte mientras muestra los jobones, colmenas tradicionales donde las abejas almacenan su miel.
Campeche se destaca como uno de los principales productores de miel en México, contribuyendo significativamente a los más de 60 mil toneladas que el país produce anualmente, según datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural. La miel de melipona, en particular, es un producto único, valorado no solo por su sabor distintivo, sino por su papel en la conservación de la biodiversidad y las tradiciones indígenas.
MIEL: UN ELIXIR DE VIDA Y CULTURA
La miel de las abejas meliponas es mucho más que un alimento. En las comunidades mayas, se considera un líquido sagrado, un “elixir ancestral” con propiedades medicinales que han sido aprovechadas durante siglos.
“Tradicionalmente servía a las mujeres en trabajos de parto y también para las heridas. Por ejemplo, si se corta la mano, se cicatriza muy rápido”, explica María, una meliponicultora de la región de Los Chenes, mientras señala los pequeños recipientes de cera donde las abejas guardan su miel.
A diferencia de la miel de abeja europea (Apis mellifera), la miel de melipona es más líquida, con un sabor que combina notas dulces y ligeramente ácidas, reflejo de la diversidad de plantas que las abejas polinizan en las selvas de Campeche.
“Cuando consumes miel, consumes la selva, consumes una gran diversidad de plantas”, destaca don José, subrayando la relación simbiótica entre las meliponas y el ecosistema. Estas abejas, expertas en la polinización de huertos y flores silvestres, son esenciales para la preservación de la biodiversidad en regiones como la Huasteca Potosina, Veracruz, Hidalgo y la península de Yucatán, donde la melipona encuentra su hogar.
La producción de miel en Campeche no solo beneficia a las comunidades locales, sino que tiene un impacto económico significativo. En 2024, la exportación de miel mexicana generó ingresos por más de 150 millones de dólares, con Campeche como uno de los estados líderes. Sin embargo, más allá de las cifras, la meliponicultura es una actividad que fortalece el tejido social y cultural de las comunidades mayas, donde hombres y mujeres trabajan colectivamente para mantener viva esta práctica.
GUARDIANES DE LA SELVA Y LA TRADICIÓN
La labor de los meliponicultores no se limita a la cosecha de miel; es un acto de resistencia cultural y compromiso con la naturaleza. “Las melisitas son las que nos ayudan a conservar el hábitat de las abejas”, explica doña Rosa, una meliponicultora de Calakmul, mientras ajusta un jobón en su apiario. “Me gusta que el consumidor sepa lo importante y trascendental que son las mieles de las abejas nativas.
Que si es pasión de los meliponicultores en el campo, estás contribuyendo a conservar su cultura, su lengua, sus saberes, sus tradiciones.”
En un contexto de cambio climático y deforestación, la meliponicultura se erige como un baluarte para la conservación de los ecosistemas.
Las abejas meliponas polinizan especies nativas que son vitales para la selva, contribuyendo a la regeneración de bosques y la producción de alimentos en huertos familiares. Sin embargo, los meliponicultores enfrentan retos como la pérdida de hábitat, el uso de pesticidas y la competencia con la miel industrial. A pesar de ello, su compromiso permanece inquebrantable.
LLAMADO A VALORAR LO HECHO EN MÉXICO
La miel de melipona no solo es un producto; es un vínculo con la historia, la cultura y la naturaleza. “En cada gota de miel se encuentran las comunidades y los pueblos originarios. Se encuentran su cultura, sus saberes y sus tradiciones”, afirma don José con una sonrisa. Este mensaje resuena en Campeche, donde los meliponicultores invitan a los consumidores a reconocer el valor de su trabajo y a apoyar esta práctica ancestral.
“Porque lo que está hecho en México, está bien hecho”, concluye María, mientras sostiene un frasco de miel que brilla bajo el sol campechano. En cada gota de este “líquido vital” se condensa el esfuerzo de hombres y mujeres que, con pasión y dedicación, preservan un legado que trasciende generaciones.
