CDMX. En los pasillos del Vaticano, donde el eco de las decisiones resuena por siglos, una pregunta inquieta a teólogos, cardenales y fieles: ¿ha roto el papa Francisco las reglas no escritas del cónclave al insinuar su preferencia por un sucesor? Sus repetidas referencias a un hipotético “Juan XXIV” como próximo pontífice han desatado un torbellino de especulaciones.
Para unos, es un guiño a un papado pastoral, alineado con el legado progresista de Juan XXIII. Para otros, un intento ilegítimo de manipular la elección del futuro líder de la Iglesia católica.
El centro de la controversia es el cardenal Jean-Marc Aveline, arzobispo de Marsella, a quien desde hace años apodan precisamente “Juan XXIV” en círculos eclesiásticos.
A sus 67 años, Aveline es uno de los papables más cercanos al Papa Francisco, tanto en ideología como en visión pastoral. Su perfil, marcado por el diálogo interreligioso y la defensa de los migrantes, lo convierte en un favorito de los sectores progresistas, pero también en blanco de críticas de los conservadores, quienes lo acusan de promover un “catolicismo light” que diluye la doctrina en favor de cuestiones sociales.
