CDMX. Con el Cónclave en puerta, este 7 de mayo, la Iglesia Católica se encuentra en un momento de profunda trascendencia espiritual. Es un tiempo que demanda recogimiento, oración y confianza absoluta en la guía del Espíritu Santo, dejar a un lado los chismes y las campañas, pide la Arquidiócesis de México.
A través de su editorial se asegura que, en la vorágine de las redes sociales, proliferan rumores, especulaciones y campañas veladas que, disfrazadas de piedad, amenazan con desvirtuar la esencia de este proceso sagrado.
No es raro ver mensajes que claman por la elección de un cardenal específico, como si el Cónclave fuera una contienda política donde se “gana” o se “pierde”.
Esta actitud, aunque pueda nacer de la emoción o la simpatía, reduce un acto de fe a una mera elección humana. Olvidamos que el Cónclave no es un juego de preferencias personales, sino un discernimiento espiritual para elegir al sucesor de Pedro, aquel a quien Cristo confió una misión eterna: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra construiré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá” (Mt 16,18).
El próximo Papa no será simplemente “el sucesor de Francisco”. Será el Vicario de Cristo, llamado a cargar el peso y la gracia de pastorear al Pueblo de Dios en un mundo fracturado.
Por ello, urge un llamado a la comunidad católica: no caigamos en divisiones ni en la tentación de promover agendas personales.
No es tiempo de hashtags, posteos o especulaciones que alimenten simpatías por uno u otro candidato. Es tiempo de oración.
El creyente auténtico no busca imponer su voluntad a Dios, sino abrir su corazón a la voluntad divina. Como nos exhorta San Pablo: “No se acomoden a este mundo, por el contrario, transfórmense interiormente con una mentalidad nueva, para discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno, aceptable y perfecto” (Rom 12,2). Que nuestras plegarias acompañen a los cardenales en su discernimiento, y que la humildad nos guíe para acoger al nuevo Pastor que el Espíritu Santo nos conceda.
En este Cónclave, que la fe prevalezca sobre el ruido, y la oración sobre las campañas. La Iglesia, fundada sobre la roca de Pedro, no necesita de nuestras estrategias, sino de nuestra confianza en la promesa de Cristo.
