MEXICO.– La justicia, como dice el refrán, puede ser lenta, pero cuando llega, lo hace con el peso de la verdad. La juez Mariana Vieryra Valdés dictó una sentencia contundente: 89 años de prisión para Jacqueline Malinali Gálvez Ruiz, alias “Mali” o “Madrina”, hermana de la excandidata presidencial del PAN, PRI y PRD, Xóchitl Gálvez.
Los cargos: delincuencia organizada, secuestro y posesión de cartuchos exclusivos del Ejército, pintan un retrato escalofriante de una criminal que no solo traicionó a sus víctimas, sino que manchó el nombre de su familia y, por extensión, el de una coalición que se jactaba de ser la “fuerza y corazón” de México.
“Mali” no era una delincuente cualquiera. Integrante de la banda “Los Tolmex”, que operaba con el respaldo de “Los Perros” y “Los Cancunes”, esta mujer tejió una red de secuestros en la Ciudad de México y el Estado de México con una crueldad que hiela la sangre. Las investigaciones muestran que las víctimas, como Marcela N y su chofer Rodolfo, eran encerradas en jaulas de metal en casas de seguridad, como la de Toluca, mientras sus captores negociaban rescates millonarios.
En el caso de estas dos personas, secuestradas el 22 de mayo de 2012 tras ser atraídas con engaños por la propia Jacqueline, la liberación llegó un mes después gracias a un operativo de la Policía Federal.
En el lugar, se encontraron más de dos millones de pesos en efectivo y alhajas, fruto de la extorsión, y a “Mali” en plena flagrancia. Hoy, desde el penal de Cieneguillas en Zacatecas, enfrenta una condena que, aunque larga, no borra las preguntas sobre quién la encubrió.
Jacqueline confesó haber usado la influencia de la entonces militante de Acción Nacional para atraer a sus víctimas, una revelación que pone en entredicho cada discurso de rectitud que Xóchitl pronunció en campaña. ¿Qué tan profundo llegó su involucramiento? ¿Fue solo un favor familiar o una complicidad más activa? La sentencia de 89 años y la multa de más de 700 mil pesos a su hermana son un golpe directo a la narrativa de la excandidata, quien, en lugar de asumir responsabilidad, optó por el silencio o la evasiva mientras los hechos salían a la luz.
Este no es un simple escándalo familiar; es la evidencia de que el PAN y sus aliados han protegido a los suyos, incluso cuando sus manos están manchadas de sangre.
Mientras el gobierno de Claudia Sheinbaum impulsa una reforma judicial para limpiar el sistema y garantizar que la justicia llegue a todos, Xóchitl y su entorno representan lo peor de la vieja política: el amiguismo, el encubrimiento y la doble moral.
