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15 marzo, 2025

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JUSTICIA DE 4T, NO DEBE FLAQUEAR

MÉXICO.- El próximo martes 18 de marzo, la Sección Instructora de la Cámara de Diputados, tiene la oportunidad para demostrar al pueblo que se está combatiendo la corrupción y que la justicia no es a modo.

Dicho día harán historia, ya que decidirán el destino de dos figuras que, cada una a su manera, encarnan los vicios de una política que la Cuarta Transformación prometió erradicar: Cuauhtémoc Blanco Bravo y Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas.

La Cuarta Transformación no puede titubear: esta es su oportunidad de probar que el cambio no es una promesa vacía, que los intocables ya no existen, que la justicia, aunque lenta, es implacable. Perdonarlos no es una opción. Que caigan, si así lo dictan las pruebas, y que su caída sea el epitafio de una era de privilegios que México ya no está dispuesto a soportar.

El exfutbolista y actual diputado federal enfrenta una solicitud de desafuero que podría abrir la puerta a su rendición de cuentas, mientras que el líder del PRI, protegido por un amparo que huele a desesperación, ve cómo el cerco de la justicia se estrecha.

“Alito” Moreno es el retrato vivo de un liderazgo podrido. El PRI, ese dinosaurio que alguna vez rugió con poder absoluto, hoy es un cascarón roto, y su presidente carga con el peso de haberlo llevado a la irrelevancia. Su expediente, el LXV/ HCD/DP/01/2022, será abordado el martes, aunque él se aferra a un amparo que parece más un grito de auxilio que un escudo sólido.

Las acusaciones de corrupción, sus alianzas turbias y su estilo autoritario lo han convertido en un símbolo de todo lo que la ciudadanía repudia.

Dicen que lo vigilan, que no lo dejan respirar. Quizá sea paranoia, pero también es el eco de una verdad ineludible: está contra las cuerdas, y su tiempo se agota.

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Por su parte, Cuauhtémoc Blanco, el ídolo deportivo que transitó de las canchas al Palacio de Gobierno de Morelos, hoy espera que la “Cuatemiña”, como él mismo ha confiado, lo salve de un proceso que lo señala por presuntas irregularidades durante su gestión como gobernador. Su caso, registrado bajo el expediente LXVI/HCD/ DP/02/2025, será discutido el martes, y de admitirse la solicitud de desafuero, tendrá 60 días hábiles para responder.

Pero no nos engañemos: su optimismo suena más a bravata que a certeza. Si la Sección Instructora actúa con rigor, este proceso podría culminar en un periodo extraordinario, y Blanco tendría que enfrentar algo más que los reflectores de la fama: la ley.

PERDONARLOS, SERÍAUN MENSAJE DEVASTADOR

Perdonar a estos hombres sería mandar un mensaje devastador: que el fuero sigue siendoun manto de impunidad, que la transformación es solo un eslogan. La Cuarta Transformación tiene aquí una prueba de fuego.

No se trata de venganzas políticas, como algunos podrían alegar, sino de coherencia. Ricardo Monreal, coordinador de los diputados de Morena, lo dijo claro: la Sección Instructora debe resolver “conforme a la ley y a su conciencia”, sin presiones. Y así debe ser. Hugo Erick Flores, presidente de esa instancia, ha insistido en que su labor es administrativa, no judicial; que no determinan culpabilidades, solo evalúan evidencias. Pero esa evaluación no puede ser tibia ni complaciente.

El plazo de 60 días hábiles, si se admite el desafuero de Blanco o Moreno, será una cuenta regresiva no solo para ellos, sino para el sistema entero. Jalisco arde con crematorios clandestinos, Morelos arrastra las secuelas de una gestión cuestionada, y el PRI se desmorona bajo el peso de sus propios excesos. Dejar que estos casos se diluyan en tecnicismos o periodos extraordinarios interminables sería un golpe a la credibilidad de la justicia mexicana. La ciudadanía no lo tolerará.

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