MÉXICO. Una vez más, Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas ha mostrado su incapacidad para dirigir un partido que, en otros tiempos, representó la estabilidad y el control de la política mexicana. El intento fallido de eternizarse en la presidencia del PRI quedó expuesto con la reciente resolución del Instituto Nacional Electoral (INE), que declaró inválidas las reformas a los estatutos del partido, aprobadas en la Asamblea Nacional del pasado 7 de julio.
El mensaje es claro: no hay lugar para autocracias en el PRI. Los expresidentes nacionales del partido, como Dulce María Sauri, Pedro Joaquín Coldwell, Manlio Fabio Beltrones y otros, reconocieron la labor del INE al frenar las ambiciones de Moreno por perpetuarse en el poder. Lo que “Alito” intentó fue un golpe a la historia del PRI, un partido que siempre se ha proclamado antirreleccionista.
“Alito” Moreno, en su afán por mantener el control a toda costa, ha pasado por encima de la ley y de los estatutos del partido, generando expulsiones ilegales y manipulando las decisiones internas a su conveniencia.
Sin embargo, este revés legal es una prueba de que la estructura del PRI sigue siendo capaz de defender su esencia democrática. Los antiguos líderes del partido han hablado y, con ellos, miles de militantes que exigen respeto a las reglas y la tradición del tricolor.
Este golpe al liderazgo de Moreno Cárdenas no solo lo despoja de la presidencia del partido, sino que lo obliga a enfrentar las consecuencias de sus actos. La dirigencia provisional que deberá ser convocada por el Consejo Político Nacional es una oportunidad para que el PRI se recupere de los daños causados por un liderazgo que, lejos de fortalecerlo, lo ha debilitado gravemente.
