- EL BRINCO DE DEL MORAL
- “ROMPER” AL GRUPO ATLACOMULCO
- LA PREGUNTA QUE MÁYNEZ ELUDE
El peñismo goza de cabal salud. El jefe, Enrique, disfruta de impunidad y apacibilidad, instalado a distancia transoceánica, con todos los miembros corruptos de su gabinete a salvo de indagaciones judiciales o siquiera de alguna suerte de impugnaciones retóricas firmes.Las mañaneras dibujaron el mural de corrupción, saqueo, frivolidad y traición a la Patria que distinguieron al sexenio recién pasado, pero más allá de ello no hubo nada; no se intentó ninguna activación judicial (y, claro: la fiscalía de Tortuguertz es “autónoma”. Oh, sí), mas que en el caso fallido (como tantos otros) de Rosario Robles, ubicable más en el ámbito de las reyertas interescuadras del pasado.
Enrique Peña Nieto obtuvo incluso el trato ceremonial de “licenciado” por parte del presidente López Obrador y, en una aberrante ceremonia de elevación a altares cívicos, de “demócrata”, junto con Alfredo del Mazo Maza, el día en que este cedió el poder estatal que ya había comenzado a ceder desde la campaña electoral, al estilo de otros estados cuyos gobernadores permitieron el paso de las candidaturas guinda a cambio de impunidad y de pagos diplomáticos (Quirino Ordaz, Claudia Pavlovich, Carlos Manuel Joaquín y Carlos Miguel Aysa, como botones de muestra) o abiertamente políticos (Alejandro Murat, por ejemplo, con una candidatura senatorial 4T).“Demócratas”, porque no hicieron fraude electoral a favor del PRI, Peña y Del Mazo ahora son beneficiarios del arreglo casi de última hora que ha llevado a Alejandra del Moral de las filas priistas y expresamente de las de apoyo a Xóchitl Gálvez a las de Claudia Sheinbaum, quien emitió, luego de reunirse con la excandidata tricolor al gobierno del Estado de México, una preocupante medición de pragmatismo, al decir que encuentra más coincidencias que diferencias con Del Moral, no solo saltimbanqui que es punta de lanza del peñismo-delmacismo tan latentes en el ánimo presidencial sino, además, acusada poco tiempo atrás por el propio morenismo de una serie de corruptelas cuantiosas.
El chapulinismo de Del Moral implica el distanciamiento o ruptura del Grupo Atlacomulco (esto, por verse; los grupos priistas mexiquenses suelen chapotear en distintas aguas, pero a fin de cuentas privilegian sus intereses comunes). Una facción de ese Grupo (al que ya se había extendido certificado de defunción cuando Delfina Gómez asumió la gubernatura) se mueve en torno a Arturo Montiel y en apoyo a Xóchitl, mientras otra facción (en la que se adscribe a Del Moral) obedece a Peña y Del Mazo.Pero ese distanciamiento o ruptura son magnificados por malabaristas que pretenden darles connotaciones épicas, dando la bienvenida entusiasta y comprensiva a lo mismo que antes combatían, radicales en la crítica tanto como en el aplauso, según las circunstancias lo ameriten: “En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal… guinda” (frase tal vez escuchada en el lujoso restaurante de mariscos Campomar).En lo inmediato, el peñismo y una parte del priismo mexiquense están insertos en las filas del morenismo y sus aliados: Eruviel Ávila, el antes citado Alejandro Murat (nacido en el Edomex e impulsado originalmente por EPN), Alejandra del Moral y, en lista de espera, por lo pronto satisfecho con la impunidad, Alfredo del Mazo. Astillas: ¡No me defiendas, compadre!, podría decir Xóchitl Gálvez al prófugo Ricardo Anaya, quien, en espera de fuero legislativo que le permita regresar a México, ha convocado por videograbación a votar por la filopanista que parece destinada a sufrir descalabros electorales como Josefina Vázquez Mota y el propio Anaya, quien en una parte de su alocución transfronteriza se conduele y llama a “pensar en lo que hemos perdido”…¡Hasta mañana, con Jorge Álvarez Máynez negándose a dar el nombre de la empresa responsable de la instalación del templete en San Pedro Garza García, cuya caída causó la muerte de nueve personas y unas 200 heridas: “esa no es una pregunta”, dijo!