Los hermanos son compañeros de juegos, aventuras,
travesuras y también de discusiones. Todo ello forma parte de la normalidad.
El problema surge cuando las peleas son continuas y en
un tono elevado al grado de convertirse en acoso, bromas
relacionadas al aspecto que sin duda deja huella en el futuro.
En estas situaciones se hace necesaria la intervención de los padres.
Cuando hay peleas entre hermanos, lo ideal es conversar sobre el problema que originó la discusión y tratar de resolverlo de una forma razonable y equilibrada.
Frases como: “se burla constantemente de mí”, “siempre me grita y me empuja”, “me dice que soy gorda y fea y que no merezco tener amigos”, “me rompe los juguetes a propósito”, “me asusta”, “me hace cosas horribles y lloro cada noche“, a veces no son tomadas en serio.
Estamos educados a que la agresión es normal entre hermanos. No obstante, la terapeuta María Eugenia Díaz afirma que tiene el mismo impacto negativo en la personalidad de los niños cuando llegan a la adolescencia y la madurez.
Es obligación entre los padres fomentar el respeto entre hermanos.