Cinco días sin noticias del submarino ARA San Juan. La incertidumbre se convierte en tristeza y el pronóstico comienza a inclinarse hacía la versión más dramática. Las preguntas de difícil respuesta se ponen en el tablero de la discusión. ¿Cuánto tiempo puede soportar un submarino sin subir a la superficie?
¿Los víveres son suficientes para aguantar hasta cuándo? ¿Puede la tripulación abandonar el buque con balsas salvavidas? En definitiva, ¿qué desafíos son los que tienen que afrontar estos 43 hombres y la oficial Eliana María Krawczyk, la mujer que embarcó con ellos en Usuhaia?
El capitán Gabriel Galeazzi aclaró que la última comunicación, el miércoles pasado, con el San Juan se produjo con «el buque en la superficie». Fue entonces cuando «comunicó que las baterías habían sufrido una avería por un cortocircuito. Por eso -añadió- el comando de las Fuerzas de Submarinos le dijo que cambiara inmediatamente la derrota (ruta) y fuera a Mar del Plata, en la provincia de Buenos Aires.
Tras conocerse esta información, el escenario que se presenta no es bueno. El papel de las baterías es mucho más importante de lo que se podrían pensar. De estas depende que se puedan activar los tubos de oxígeno y permitan al «sistema atrapar el anhidrído carbónico que exhalan los tripulantes y absorber el oxígeno puro. De este modo, se renueva el ambiente y se evita el envenenamiento», explica en Infobae el perito naval Fernando Morales.
Las baterías únicamente se pueden recargar cuando el submarino logra estabilizarse en lo que se denomina «profundidad de snorkel», uno o dos metros bajo la superficie del agua. En ese estado se recurrre a un periscopio para renovar el aire necesario y recargarlas. Morales coincide con los portavoces de la Armada cuando advierte de que «en caso de que el submarino no pueda alcanzar esa superficie de snorkel para recargar las baterías, el tiempo de autonomía es de siete días».
«En condiciones habituales de navegabilidad -añade- el submarino podría pemanecer debajo del agua al menos 90 días. Se manejen las variables de la capacidad de combustible, el agua, los alimentos y también el oxígeno». Pero en ese lapso de tiempo se incluyen, al menos, «un par de subidas a superficie y que las baterías estén en perfecto estado». Algo que, ahora se sabe, falló en el San Juan.
Enrique Balbi, portavoz de la Armada, estima que el avituallamiento previsto les podría alcanzar para «quince días más los estipulados de viaje».
Otros desafíos, si el submarino sigue operativo aunque incomunicado, son los emocionales. La convivencia en un aparato de escasas dimensiones puede resultar agobiante en condiciones normales, pero en extremas todo se agrava. La oficial Eliana María Krawczyk, responsable del armamento a bordo y primer mujer oficial en un submarino de Sudamérica, recordaba hace unos meses, en el mismo medio digital (el de mayor visitas de Argentina) que ella vivía con normalidad «compartir camarote con otros dos compañeros».
El comandante Carlos Zavala, primero en ponerse al mando y surcar las aguas con el ARA San Juan, recuerda: «Vivir bajo el agua implica acostumbrarse a vivir en una situación de aislamiento absoluto. De incomunicación pero lo primordial es no sufrir de claustrofobia». «La Marina -añade- tiene un gabinete psicológico que le hace un test a cada uno de los marinos antes de que formen parte de una tripulación de un submarino». En ese sentido, confía en la fortaleza de la tripulación.
Nunca antes en la historia de la Armada se habían encontrado frente a una crisis de esta naturaleza. Estar codo a codo las 24 horas del día no debe ser fácil, pero tampoco acostumbrarse a no ver la luz del sol, echar un vistazo al móvil o tener acceso a los medios de comunicación de masas. El esparcimiento, con el transcurrir de los días, también es un problema. «No hay lugar para hacer ejercicios. Y eso complica la situación», insiste el comandante Zavala.
Uno de los mejores submarinos
El ARA San Juan, de fabricación alemana, pese al manto de sospechas que se ha tendido en diferentes medios sobre las condiciones en las que navegaba, está considerado uno de los mejores submarinos. Por esta razón no terminan de encontrar una explicación a lo que está sucediendo.
Los sistemas de comunicación alternativos no funcionaron, las boyas no emitieron señal, tampoco hay rastros de las bengalas especiales para estas embarcaciones ni a vuelo de pájaro se descubrió en el sector rastreado manchas de aceite en el agua, propias del sistema de alerta para llamar la atención sobre su localización. Demasiados indicios de tragedia para seguir siendo optimistas. Aunque los marinos saben que la esperanza es lo último que se pierde.