En 1970, en sus primeros años de ejercicio artístico, Sebastián imaginó una gran escultura proveniente del Cosmos, que aterrizaba en México y se introducía en el planeta Tierra, cuyo tamaño era insuficiente para contener esa pieza. "Maquetas: la escultura más grande del mundo", fue el manifiesto en el que el chihuahuense planteó la posibilidad de construir esa gran obra en la que sobresalieran fragmentos en diversos puntos del planeta.
Casi medio siglo después, el escultor parece ir en esa ruta, quizá de manera fragmentada.
Con obras monumentales en más de 20 entidades de México y en al menos una docena de naciones de tres continentes, Sebastián es el escultor mexicano con mayor presencia en las urbes de México. Ha levantado más de 100 piezas monumentales en el territorio nacional, y más de 160 en otros países.
El artista asegura que llega "acelerado" y con gran vitalidad a sus 70 años de vida y medio siglo como creador, produciendo arquitectura, haciendo investigación en nanoescultura y continuando con su colocación de piezas gigantes en distintos puntos del territorio nacional.
Como sus piezas basadas en principios geométricos, Sebastián es un poliedro: pintor, escultor, arquitecto, grabador; diseñador de muebles, joyas y automóviles que podrían ser construidos por una empresa alemana de lujo.
Y es también un empresario que ha colocado su nombre como una de las marcas mexicanas más rentables.
50 después de Camargo
A los 16 años de edad, Enrique Carbajal González viajó más de mil 200 kilómetros con sólo una valiosa posesión: la certeza de que su vocación estaba en las artes plásticas.
Dejó su natal Camargo, un municipio de Chihuahua, y llegó a la Ciudad de México para estudiar arte. 54 años después, Sebastián ha estampado su firma en cientos de piezas regadas por México y países de Europa, Asia y América.
Enrique Carbajal es el más pequeño de tres hermanos. Dejó la casa donde nació para recrearse a sí mismo. Empezó por un nuevo nombre, convertido ya en una marca internacional.
Es tanto el arraigo con este seudónimo, que sus hijos y su compañera, Gabriela González Laris, lo conocieron así. Próximo a cumplir los 70 años de edad, Sebastián está enfocado en la arquitectura.
Todo ello, con el lenguaje "sebastino", enfocado en la geometría y las matemáticas.
En la fundación que lleva su nombre -un edificio de San Pedro de Los Pinos construido por él mismo, que se ha expandido de manera gradual-, Sebastián exhibe los frutos de una de sus principales características: su capacidad para hacer amigos.
El origen
Enrique Carbajal González creció al lado de su madre Soledad, su abuela Ramona y sus dos hermanos, Raymundo y Ramón, que le llevaban más de 10 años. Una diferencia que le significó crecer prácticamente como hijo único.
La figura de su madre fue fundamental en su formación artística.
La mujer, dedicada a la costura de vestidos, lo indujo a pintar, a jugar con las formas. También le enseñó a cortar telas para ropa. Ese conocimiento le ha servido para incursionar en el diseño de moda y organizar pasarelas con las que llegó a París, una de las capitales mundiales de la moda.
Casi desde los cinco años de edad, Sebastián sentía la necesidad de moldear figuras. Lo hacía con barro o con la masa para las tortillas que le robaba a su madre.
El artista relata que entre las pertenencias de sus hermanos halló un catálogo de editoriales españolas que incluían tutoriales de pintura con acuarela y óleo.
Con ayuda de su madre, los solicitó por correo.
El primer acercamiento fue en la Secundaria, con la maestra Enriqueta Visconti, quien además de darle clases de inglés dirigía un taller de dibujo.
Fue esa maestra quien le metió la idea de que viajara a la Ciudad de México para desarrollarse.
Camargo no contaba con infraestructura para quien decidiera dedicarse a las artes.
A los 16 años de edad, partió a la Ciudad de México, para encaminarse a construir su "escultura más grande del mundo".
El fantasma de San Carlos
Enrique Carbajal llegó a la Ciudad de México para estudiar en la Academia de San Carlos, donde vivió la etapa de fortalecimiento de su carácter.
Trabajó en un restaurante y como mensajero y, para sobrevivir, se quedaba a dormir en la Academia.
Una mañana, debido al poco sueño y la mala alimentación, se quedó dormido en una clase del maestro Alberto de la Vega, quien lo puso como ejemplo para ilustrar las características de un retrato de San Sebastián, realizado por Sandro Botticelli.
Cuando despertó, todos rieron. Lo empezaron a llamar San Sebastián.
Un año más tarde, una crítica francesa que lo entrevistó lo comparó en su descripción con el San Sebastián del pintor renacentista Andrea Mantegna.
"El santo me está persiguiendo", pensó el chihuahuense. "Qué tal si me cambio Enrique por Sebastián, es más contundente".
Tomó en cuenta la carga semántica y la tipografía a la hora de firmar.
"Estaba pensando en mercadotecnia. Si no le pongo acento, va a parecer internacional. Empecé a hacer la firma. Empecé a pensar qué apellido le pongo, porque Carbajal no suena. Es natural: Sebastián Escultor. Es un nombre, es una marca. Cuando vi la tipografía, dije sí, es una marca. Escultor es como si estuviera escrito casi en inglés, se parece la palabra. Pensé: es una buena marca, una buena imagen que se le va a pegar a todo mundo. Lo registré y era mi marca, mi nombre y todo".
En 1980, Sebastián colocó su primera escultura internacional: Trono de Nezahualcóyotl, de 3 metros, en Vancouver, Canadá.
En 1985, el chihuahuense levantó la que era hasta entonces su escultura más alta. Con 20 metros, la Puerta de Monterrey fue colocada en la carretera que conecta Saltillo con la capital neoleonesa.
Sebastián y la crítica
Medio siglo después de que inició su carrera, Sebastián ha dejado claro que sabe gestionar la comercialización de su obra.
Tiene preciso cuidado de sus creaciones. Los tres colores primarios con los que pinta la mayoría de sus esculturas colocadas en espacios públicos, por ejemplo, tienen registro de derechos de autor.
Aficionado tanto a Mozart como a José Alfredo Jiménez, Sebastián es un hombre de carácter dominante, con debilidad por los postres.
El chihuahuense dice que las críticas siempre le van a llegar.
"Me critican porque piensan que se hace un derroche de dinero, como dices, y se tira el dinero. No es cierto… para el espíritu humano nunca el dinero se tira".
Las opiniones del público hacia su obra son polarizadas.
Pero Sebastián dice que la polémica le viene bien a su obra.
"La controversia permite que tú salgas a explicar lo que hiciste en todos los sentidos. Y empiezas a tener adeptos gracias a esa controversia y a hacerte más famoso".
"Pasan los años y viene mi explicación de cosas para poderla construir y se va aclarando y se va llenando de significado y va teniendo más adeptos o detractores. El Caballito empezó con 80 por ciento en contra.
"Necesitamos que haya detractores para que eso se mantenga y exista. Si es digerida, es algo que ya pasó, que ya no tiene importancia", concluye.
Con información de Agencia Reforma.