Este lugar era casi desconocido y estaba totalmente abandonado, y era tomado como baño público y nido de teporochos.
En un recorrido por el famoso barrio sanromanero se pudo constatar que el “Callejón del Pirata”, fue totalmente rehabilitado, pintado e iluminado por autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Patronato de la Ciudad, entre otras autoridades.
Al sitio, que en algunas ocasiones parece invitar al romance, se le ha dado muy poca importancia, pues aunque su historia es pequeña, es muy interesante y ha sido narrada por varios historiadores.
Este es un lugar que hoy en día forma parte de las atracciones del turismo campechano, por lo que bien valió la pena su recuperación, porque ha sido utilizado para todo, y constituye una belleza más de la ciudad.
Escritores, investigadores y cronistas campechanos narran que existió un pirata nativo de la villa de Campeche llamado "Román". Se dice que durante el apogeo de la piratería en Campeche, Román entró una noche al templo de San Román decidido a robar las joyas que pendían de los ropajes del Cristo Negro. Entró en silencio al recinto y acercándose a la imagen levantó el puñal que llevaba, decidido a despojar al crucifijo de todas sus joyas.
Sin embargo al contemplar la imagen del Cristo y observar su rostro delicado, sintió vergüenza de su acción y, arrepentido intentó huir. En su carrera, soltó el cuchillo que llevaba en mano, el cual al hacer ruido despertó a los frailes que dormían en el convento. Román tomó su puñal y salió del templo, huyó por un pequeño callejón cercano a la Iglesia y se embarcó hacia el océano.
Años después, cuando había conseguido muchos tesoros en su oficio de pirata, volvió a Campeche arrepentido de sus tropelías y, entrando por el mismo callejón, se dirigió al templo de San Román donde ofreció todos sus tesoros al Cristo. Pero el mejor y más bello regalo fue la muestra de arrepentimiento que colocó a los pies de la imagen: el mismo puñal con el que alguna vez intentó herir al Cristo Negro, pero ahora el cuchillo estaba bañado en oro puro y tenía la inscripción "Santo Cristo de San Román, nadie puede herirte".
Los pobladores de Campeche, viendo tan noble acción, decidieron llamar al callejón por el cual había pasado el pirata Román como "El Callejón del Pirata", el cual subsiste hasta el día de hoy custodiado en sus entradas por dos cañones de la época de la piratería.