La tragedia del colegio Rébsamen se comenzó a escribir hace años, mucho antes del sismo de magnitud 7.1 que hizo colapsar dos de sus edificios, y provocó la muerte de al menos 19 niños y seis adultos.
La historia del “inminente” rescate de los infantes atrapados en los escombros del Rébsamen -que durante dos días acaparó la atención nacional e internacional- tiene como antecedentes la expansión del centro educativo; obras de ampliación que fueron suspendidas por presuntas irregularidades; una clausura por exceder la altura permitida para una escuela, y la construcción de dos casas de los propietarios encima de las instalaciones escolares.
Inaugurado en los años 80, el Colegio comenzó como una escuela modesta, que poco a poco fue ampliando su matrícula y servicios, extendiendo su terreno y aumentando su altura.
Opera con registro de incorporación a la SEP número 84281, y según los registros del Sistema Nacional de Información de Escuelas, contaba con 32 alumnos en Preescolar, 185 en Primaria y 130 en Secundaria. Operaba con 27 maestras y maestros en 24 aulas.
Pero lo que se cayó y dejó atrapadas a 37 personas no fueron los salones de clase, sino dos viviendas propiedad de la dueña y directora del colegio, Mónica García Villegas, y su hermano Enrique.
El área que colapsó era conocida como “edificio administrativo”, un inmueble de cuatro niveles donde se ubicaban las direcciones de Primaria y Secundaria, y dos patios techados en la planta baja, un laboratorio, un salón de usos múltiples, una sala de cómputo y oficinas administrativas, en el primer piso; las dos casas de la propietaria y su hermano en el segundo piso, y una azotea habilitada como roof garden.
Las fotografías del colegio Rébsamen antes del sismo permiten ubicar que el “edificio administrativo” era, en realidad, dos edificios contiguos cuyas fachadas fueron remodeladas para dar una sola vista.
Después del sismo, la estructura se veía como si sólo hubiera tenido un nivel, pues los pisos de arriba, los más pesados de la estructura, se desplomaron uno sobre otro, hasta quedar como un sándwich.
Según la información oficial que difundió la Marina, en el momento del sismo, al menos 37 personas quedaron atrapadas en el primer nivel y en la planta baja.
El patio techado del Jardín de Niños era utilizado como el área donde, todos los días a las 13:30 horas, se reunía a los alumnos para organizar su salida de manera ágil, por la calle de Rancho Tamborero.
En el momento del temblor, ya había infantes en esa área, y otros quedaron atrapados en la escalera ubicada entre el “edificio administrativo” y la escuela, la cual era utilizada como “la ruta de emergencia” en caso de temblor o incendio.
En las redes sociales, existen testimonios de alumnos que aseguran que salvaron la vida por no descender por esas escaleras, sino por las escaleras metálicas ubicadas al fondo de la escuela.
Presencia de las dueñas
La dueña y directora del colegio fue rescatada pasadas las 17:00 horas del martes 19 de septiembre, según empleados. En los días siguientes, hizo presencia discreta en la zona, y fue su hija quien participó activamente en las labores de rescate.
También llamada Mónica, la hija de la dueña ayudó a los topos a mapear el edificio colapsado, para tratar de ubicar a los sobrevivientes, y pasó horas ayudando en el reconocimiento de las víctimas, una labor que se dificultó porque los archivos y listas quedaron bajo los escombros. La hija de la directora aprovechó también para rescatar sus pertenencias.
El miércoles 20, al mediodía, subió al edificio colapsado, y con ayuda de brigadistas, rescató bolsas, zapatos, y vestidos envueltos en fundas de distintas marcas.
“Al menos no perdimos todo”, comentó a su acompañante, mientras se retiraba de la zona de desastre.
Al tratar de abordarla para tener su versión de los hechos, Mónica dijo que no haría comentarios a la prensa.
Clausuras
De acuerdo con vecinos y familiares de empleados del Rébsamen, el “edificio administrativo” fue construido en dos etapas en los últimos 20 años, y tuvo al menos tres clausuras por presuntas irregularidades.
“Ésto era como un penthouse de dos pisos; arriba ya era habitacional, ahí habitaban los dueños, y hasta arriba tenían asadores, sillas y carpas. La casa es de la directora, que es la hija de la directora original, se llama Miss Mónica.
Antes, ahí tenía un taller el hermano de la señora, y de repente quitaron el taller y se hizo la secundaria, hicieron salones, pero esa obra se paró porque la clausuraron, y la terminaban los fines de semana. Así se hizo la secundaria”, comenta Zaida, quien habita justo enfrente del edificio colapsado, en la calle Rancho Tamborero.
La vecina asegura que esta escuela se fue expandiendo a base de permisos irregulares otorgados por alguna autoridad, pues tanto en el proceso de construcción como en su operación tuvo varias veces sellos de clausura que, de la noche a la mañana, eran retirados.
“No puede haber tanta corrupción; todo mundo debe tener la astucia y sagacidad de saber a dónde le entra y a dónde no; tiene que haber límites, pero nadie se los pone, todo mundo dice ‘viene y vámonos, al cabo voy a estar dos años’, y vea: esta escuela tiene ya 30 años y cuántos niños muertos van. No es justo, porque les roban la vida a los que apenas van empezando”, añade.
Durante el rescate, brigadistas del Grupo Topos, de la Cruz Roja y de la Sedena coincidieron en señalar que una de las dificultades para llegar hasta los posibles sobrevivientes era que estaban sepultados debajo de losas de mármol negro que cubrían los pisos de las viviendas y las escaleras del inmueble, así como dos barras de cocina hechas de granito.
Pesadas losas frenaban rescate
Oswaldo y Andrea, topos que participaron en el rescate, aseguran que pudieron hacer contacto con una DESPUÉSniña, pero una pesada losa les impidió llegar a ella.
Lo mismo dijo el capitán del Ejército Mexicano Israel Velázquez Gutiérrez, quien aseguró, a las 19:00 horas del miércoles, que un scanner le había permitido detectar movimiento, calor y pulso cardiaco de cinco personas con vida, entre ellas una niña de nombre Frida Sofía. Versión que generó, en las horas siguientes, la especulación sobre el posible rescate de más alumnos.
El militar también comentó que las labores se dificultaban por la presencia de pesadas losas que aprisionaban a las víctimas y no podían ser perforadas debido a su grosor.
Con información de Agencia Reforma.