El mayor sismo de que se tenga registro en la historia de México fue de 8.6 grados de magnitud. Fue tan fuerte que después del movimiento telúrico un tsunami azotó las costas de Oaxaca. Su duración se estima entre cinco y seis aterradores minutos. Ocurrió el 28 de marzo del año de 1787, una época en la que no había siquiera había teléfonos.
El país todavía no se había independizado, sino que formaba parte de la Nueva España. La Gaceta de México reseñó las impresiones de los pescadores más de un mes después, hasta el primero de mayo. Fue aproximadamente a las once de la mañana cuando el terremoto sacudió la tierra. En Pinotepa "vieron con asombro retirarse el mar más de una legua descubriendo tierras de diversos colores, peñascos y árboles submarinos, y que con la misma velocidad que huyó de su vista volvió otra vez, y otras", publicó el primer medio impreso del país.
De acuerdo con Gerardo Suárez, investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el tsunami tomó desprevenidos a los habitantes de la costa de Oaxaca. Muchos de los curiosos que se quedaron a ver lo que nunca antes habían visto lo pagaron con su vida, pues al ingresar las olas lo hicieron con tanta fuerza que muchos pescadores y vaqueros fueron arrastrados, golpeados contra objetos o incrustados contra árboles hasta siete kilómetros tierra adentro.
El agua inundó las costas de lo que ahora se conoce como Puerto Ángel, entonces Pochutla, y también en Tehuantepec. El muelle de Acapulco estuvo inundado por más de 24 horas.
Además del tsunami, cientos de casas fueron afectadas. Muchas casas reales sufrieron severos daños, lo mismo que las torres de la iglesia de San Francisco. La iglesia de Nuestra Señora de la Merced Calzada quedó arruinada. También la ahora capital del país resintió los efectos del temblor más fuerte en la historia.
Las réplicas fueron de hasta 7 grados de magnitud y se repitieron todos los días siguientes al gran terremoto hasta el 3 de abril. En consecuencia, los oaxaqueños se mantuvieron en vilo, sin poder recuperar la tranquilidad durante más de una semana.