En India, los médicos no querían tocarla por si era contagiosa. «Cuando llegó aquí el doctor Carlos de Sola la cogió en brazos para meterla en el coche. Ese gesto significó mucho para ella. Le ayudó a sentirse bien», explica Sanjay Pandey, el periodista indio que dio a conocer el caso de Shalini Yadav, la «niña serpiente», al mundo en su periódico digital «Newsline». Fue el primero que denunció su situación de marginalidad en un pequeño pueblo del distrito de Chhatarpur en el centro de India, desde donde tardó 14 horas de tren para llegar a Nueva Delhi y diez horas de avión, junto a la azafata Vanesa Gil, para terminar en España.
Tras cinco meses esperando a la tramitación del pasaporte por la lentitud de la burocracia del país asiático, la «niña con piel de serpiente» acaba de arribar a la Costa del Sol para que el beso en la mejilla del dermatólogo Enrique Herrera le comenzara a dar una nueva vida de normalidad. «Ahora ya no tengo dolor», explica a ABC Shalini, que este viernes comenzó el tratamiento que la liberará de las escamas de su piel, tras 18 años viviendo sumergida gran parte del día en un barril de agua para mantener su cuerpo hidratado y paliar los dolores que produce la rigidez de la piel.
Según el diagnóstico de la Internacional Medical Academy (IMA), la joven sufre una «ictiosis lamelar». «Sólo puede ser curada con ingeniería genética, por lo que nos centramos en reducir sus efectos», señala Enrique Herrera, que es coordinador del grupo de especialistas que tratan las dolencias de la joven en diferentes hospitales de Marbella y Málaga. «Sufre una alteración en el gen que codifica la piel. Se produce una queratinización en escamas que se puede normalizar al 90 por ciento con una pastilla. En un aporte de una molécula que regula ese proceso», apunta Herrera. La piel debe permanecer hidrata, por lo que el tratamiento lleva aparejado una serie de cremas para mejorar la rigidez del cuerpo. El objetivo es conseguir que su piel tenga «un aspecto rosado y con una escamación casi imperceptible en unos dos meses».
«La niña venía para estar tres días, pero vamos a ampliar su estancia dos semanas», asegura Miguel Ángel Arraiz, presidente de la IMA. Shalini presenta más patologías, no sólo la propia de la piel. «La van a tratar, al menos, 15 especialistas médicos. La mayoría en el Hospital Clínico de Málaga y en el Humanline de Puerto Banús, pero habrá más clínicas privadas que tenga que visitar», señala Arraiz. «La niña serpiente», como se dio a conocer al mundo porque, debido a su enfermedad, muda la piel cada 45 días y deja camisas parecidas a las de los reptiles, tiene un cuadro clínico que es un desafío para los doctores.
No puede cerrar los ojos
Sus ojos siempre están abiertos. No puede cerrarlos, por lo que un cirujano plástico hará aportes de piel en los párpados. «Con las cremas sus ojos han mejorado», señala Sanjay Pandey. El diagnóstico habla de que sufre raquitismo. «Son vegetarianos y cada día cocinamos con sus padres y les damos aportes de vitaminas para mejorar este aspecto», remarca el especialista en aparato digestivo Carlos de Sola. «Tiene problemas en las articulaciones, derivados de la rigidez de la piel y la falta de movilidad, pero no hay nada que no se pueda salvar con medicación y alguna intervención quirúrgica», apunta Enrique Herrera.
En el fondo queda la gratitud de Shalini por todo lo que están haciendo por ella. «Es una labor filantrópica, que depende de varios benefactores», asegura María Ángeles Rabadán, directora del proyecto. La «niña serpiente» da las gracias a todos. Desde la comunidad hindú de Marbella, que se ocupa de la comida y pagará un profesor de ajedrez para la joven —que ha aprendido a jugar estos días en la Costa del Sol—, a la Industria Farmacéutica Cantabria que cargará con el gasto de la medicación que necesite de por vida.
«Hay buenos médicos en India, pero no quisieron tratarla porque era pobre», señala Sanjay Pandey, que ha narrado su calvario al mundo y ve como un grupo de médicos españoles se ha aunado para salvar a Shalini. La historia de marginalidad y pobreza también acabará. El empresario valenciano Juan Francisco Martínez, principal proveedor cárnico de Mercadona, no sólo ha pagado los gastos del viaje de la niña a la Costa del Sol para ser tratada, sino que le va a dar una pensión vitalicia para hacer su vida más fácil cuando vuelva a su casa de madera en la céntrica aldea de India donde nació hace 18 años.