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25 noviembre, 2024

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Castigo a medias crimen de Pepe Fuentes

Ocho años después la justicia se quedó a medias en el crimen de la familia Fuentes-Argüelles. Ayer, Marco Iván Soto Vidal, uno de los cuatro jóvenes implicados en el magnicidio del político José Francisco Fuentes Esperón, de su esposa y sus dos hijos, dejó el Centro de Internamiento para Adolescente, tras cumplir la condena que le impuso un juez del Tribunal para Menores del Poder Judicial del Estado.

Julio César Moreno obtuvo su libertad en el 2014, se ordenó su recaptura y anda prófugo; Ricardo Hernández es el único que permanece preso en el Creset, mientras que Javier Noverola nunca apareció. El juez Gilberto Melquiades Díaz libró la boleta de libertad a Soto Vidal, quien salió a las 09:45 horas a bordo de un auto particular de su padre del Centro de Internamiento de Menores, en donde ingresó a los 17 años y salió a los 25, siendo ya un adulto.

El día de mañana, 8 de septiembre, habría cumplido su condena de ocho años, pero Magistrados del Tribunal Colegiado en Materia Penal y del Trabajo hicieron efectiva la ley de ejecución de los menores y ordenaron su inmediata libertad.

A Marco Iván se le juzgó por los delitos de homicidio calificado, violación y robo, cometidos en agravio del político y ex rector de la Universidad Tecnológica (UT), José Francisco Fuentes Esperón, de su esposa Lilian Argüelles Beltrán, así como de sus dos menores hijos José Francisco y Fernando Fuentes Argüelles de 13 y 8 años de edad, respectivamente.

'Con nada se repara el daño'
Por su parte, Luis Felipe Hernández García, abogado de los familiares de las víctimas, lamentó que de acuerdo a la ley, ya no se pueda tener privado de su libertad a Soto Vidal.

"En la cuestión sentimental, ninguna pena sería suficiente para resarcir un daño moral de esa naturaleza", precisó.

Aclaró que a los deudos nunca les interesó la cuestión económica, sólo que el responsable de los hechos fuera castigado conforme a la ley que le impuso el juez, y que no tienen previsto irse por la vía civil para la reparación del daño.

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A su vez, el fiscal general del Estado, Fernando Valenzuela Pernas, dijo que a Soto Vidal se le investigó y castigó de acuerdo a la ley especial de los menores.

Irrumpieron y asesinaron
José Francisco Fuentes Esperón, murió sabiendo quienes eran sus asesinos. Los conocía. Uno era su vecino Marco Iván Soto Vidal, el otro Ricardo Hernández, vigilante de la privada; y el tercer implicado Julio César, amigo de los otros dos. Javier Noverola nunca apareció.

El magnicidio sucedió el 5 de septiembre del 2009, en el domicilio de las víctimas, ubicada en la privada Tucanes de la colonia Primero de Mayo.

Los jóvenes brincaron una barda, buscaron la puerta trasera, entraron a la residencia, caminaron hacia la recámara de los niños. Ahí amarraron con cinta de pies y manos al menor de 13 años José Francisco, y también le taparon ojos, boca y nariz. Se enfilaron a la recámara principal. Ricardo Hernández disparó con un revólver calibre .38 a Fuentes Esperón, quien estaba acompañado por su esposa Lilian, y Fernando, su otro hijo de 10 años de edad.

La mujer, de 39 años de edad, fue encontrada semidesnuda, con los ojos y la boca cubiertos con cinta gris, y un cordón en el cuello. Su muerte fue provocada por dos disparos con arma de fuego hechos a corta distancia. Los dos hijos fueron hallados en el baño de su recámara, atados de pies y manos. Ambos murieron "por asfixia por sofocación".

 

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