La anciana, de 83 años de edad, se encuentra instalada desde hace varios días en la calle 12 esquina con 55, casi enfrente de la Iglesia del Dulce Nombre del Jesús. Cada que pasa un transeúnte ella levanta las manos y, quien lo desee, le deja caer una moneda de peso, de cinco y a veces hasta de 10 pesos.
“No sé cuándo es el día del abuelo o del anciano, nunca he tenido la oportunidad de asistir a algún festejo al respecto porque no pertenezco a jubilados, Inapam o alguna institución, ya que jamás trabajé en oficinas y mucho menos en empresas privadas”.
Los adultos mayores necesitan sentirse útiles y que colaboran con sus familias, lo cual les otorga una vejez feliz y fortalece su autoestima.
Todos los días, la anciana es llevada por un familiar al Centro Histórico, se acomoda en cualquier esquina o banqueta por un determinado tiempo y pide limosna. Según ella, a veces lograr reunir 30 ó 50 pesos al día para sobrevivir.
“A veces vengo al centro de la ciudad, en otras ocasiones busco nuevas calles, me siento con mi mochila, una taza y un vaso, espero que alguien me brinde un pan o algo y, desde luego, alguna moneda”.
La entrevistada señaló que le duele la pierna derecha, casi no la puede mover, que se sostiene con un bastón y la ayuda que le proporciona su familiar, pero aunque tiene 83 años no pide silla de ruedas, todavía se siente fuerte para dar el paso y seguir con su día a día, aunque no espera nada de la vida.
“No sé de festejos, tengo dos hijos y dos nietas, que están pendientes de mí, no estoy abandonada, pero no me pueden sostener económicamente y tengo que salir como cualquier ser humano a la calle en busca de los pocos recursos para seguir adelante, con la fortaleza que Dios me da”, dijo. Doña Honoria vive en una humilde casita en el barrio de San José, al lado de otro San Román, y aseguró que lo que venga es bueno para ella, que pasará de manera desapercibida el Día del Abuelo, sentada en su banqueta preferida, sin importarle los rayos del sol, la lluvia o lo que se aproxime.
Finalmente comentó que su actividad inicia como a las 9 de la mañana, y cerca de las dos de la tarde le dan su comida y la retiran de los sitios donde le haya tocado pedir limosna.
No todos los adultos mayores festejarán el día del abuelo en familia, algunos están solos o fueron olvidados por sus descendientes.
“Tengo dos hijos y dos nietas que están pendientes de mí pero no me pueden sostener económicamente y tengo que salir a la calle en busca de recursos para seguir adelante”. Honoria Sierra.