CAMPECHE, CAMP. Mientras el polvo cae desde el techo y los andamios crujen sobre piedra antigua, la obra avanza con un dato que no pasa desapercibido, hasta ahora, no se ha registrado ningún accidente. En un trabajo donde el riesgo es parte del paisaje —alturas, escombros, lluvias repentinas y jornadas largas—, el padre Fernando lo resume sin rodeos, “Gracias a Dios los trabajadores no se han accidentado”.
La seguridad para al menos 52 trabajadores se volvió una prioridad desde el inicio. Aunque al arranque algunos llegaban con chanclas —una escena común en obras improvisadas—, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) proporcionó cascos, chalecos, botas y equipo básico de protección. El riesgo no desaparece, pero se controla. Hasta ahora, la estadística juega a favor.
Los obreros laboran día y tarde para sacar adelante los trabajos, incluso bajo el sol intenso o cuando la lluvia obliga a mojarlo todo. Las labores no se concentran en un solo punto, el equipo se organiza por áreas, turnos y funciones, de modo que mientras algunos trabajan en altura, otros se encargan del acarreo de material, el ajuste de andamios, limpieza y otras tareas.

