SAN FRANCISCO DE CAMPECHE, CAMP. Pese a la tragedia que sacudió a habitantes de Calkiní hace un año, pues el templo de San Luis Obispo cedió al tiempo, la vida religiosa no se ha detenido ni un solo día. La imagen más potente no está bajo los andamios, sino en los patios del templo, misas, bautizos, bodas y celebraciones continúan, adaptadas, resistiendo al polvo, la lluvia y la espera.
La obra va para largo. Pero mientras la parroquia sigue en cirugía mayor, la comunidad no ha pausado su fe. Las principales celebraciones religiosas —la Virgen de la Concepción, Nuestra Señora de Fátima, San Luis Obispo, Cristo de San Román— se han realizado puntualmente en un espacio improvisado pero vivo, habilitado en los patios de la iglesia con más de 200 sillas y una carpa que ya probó su resistencia a lluvias y vientos.
“El templo está herido, pero la vida no se ha detenido”, resume el padre Fernando Manzo Barajas. Desde el derrumbe, los fieles se acostumbraron a estos nuevos espacios donde se han celebrado misas, liturgias, bautismos, primeras comuniones y ceremonias de boda. No es comodidad, es adaptación. No es resignación, es continuidad, asegura.

