CAMPECHE, CAMP. En el Pleno de la Suprema Corte no hubo aplausos ni discursos solemnes, pero la decisión cayó con el peso de una puerta que al fin se destraba, niñas, niños y adolescentes trans en Campeche ya no tendrán que esperar a cumplir 18 años para que su acta de nacimiento diga quiénes son. El requisito de presentar INE —imposible para cualquier menor de edad— quedó anulado por inconstitucional.
Bajo las luces del recinto, el ministro Giovanni Figueroa Mejía habló de derechos que habían quedado atorados en un trámite imposible. Explicó, casi como quien señala una grieta evidente en una pared, que el artículo 149ter del Código Civil “le impide a una persona menor de dieciocho años obtener el reconocimiento de identidad de género”.
La CNDH ya había advertido la falla, exigir credencial de elector discriminaba, excluía y negaba el libre desarrollo de la personalidad. El Congreso de Campeche, dijo Figueroa, nunca consideró la “autonomía progresiva” de la niñez y la adolescencia, esa idea de que cada persona va construyéndose y tomando decisiones conforme crece. “Es desproporcionado”, remató el ministro.
En la mesa de discusión, la ministra Loretta Ortiz Ahlf subrayó otra pieza clave, el acta de nacimiento no es un papel cualquiera. Es el documento donde se ancla la identidad. “El Estado debe eliminar barreras”, apuntó, como si describiera una pared burocrática levantada sin razón frente a un derecho básico.
Tras la votación, el mensaje del Alto Tribunal fue directo. El requisito de INE imponía una barrera “injustificada”, una que cerraba la puerta justo a quienes no podían saltarla. La Corte recordó que la identidad de género pertenece a la zona más íntima de la dignidad humana, y que el Estado está obligado a garantizar caminos accesibles para todas las personas.
La resolución entra en vigor en cuanto el Congreso de Campeche reciba la notificación. A partir de ahí corre el reloj, 12 meses para rehacer la legislación y colocarla a la altura del derecho que acaban de reconocer. Esto representa una ventana abierta para quienes crecían mirando papeles que no coincidían con su reflejo. Una decisión que despeja un trámite y, con él, una parte de la vida.

