CAMPECHE, CAMP. La calle 57 del Centro Histórico, olía a papel viejo y fiesta literaria cuando el reloj apenas marcaba las 7. Todo parecía listo para presumir su propio caudal de historias, quince mil libros usados acomodados como un tapiz que invitaba a detenerse, tocar, recordar.
Niños y adultos hojeaban enciclopedias como quien abre una ventana a otra época; parejas se reían al encontrarse el Baldor; turistas levantaban el celular para capturar un río que, hasta que esa estampa duró lo que tarda una nube en romperse ya que todo quedó empapado por las lluvias provocadas por el frente frío número 19.
El cielo se abrió de golpe y la lluvia cayó con una furia que desbarató cualquier previsión. En minutos, la gente salió disparada para protegerse, mientras que las páginas dejaron de crujir para volverse como trapos húmedos. Montones de libros comenzaron a flotar, a desprenderse, a navegar sin rumbo entre charcos que se volvieron corrientes. Lo que horas antes parecía un paseo cultural terminó siendo una postal de pérdidas, tomos arrastrados hacia coladeras, portadas manchadas, discos hundidos y hasta la decoración —los focos que iluminaban la edición nocturna— terminó en el drenaje.

