Desde el corazón del Zócalo, con miles de voces guindas retumbando como un solo grito de orgullo nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum dejó claro: la Cuarta Transformación avanza con la cabeza en alto, defendiendo el comercio justo y la soberanía innegociable.
En su mensaje por los siete años de este movimiento del pueblo, la mandataria celebró la relación con Estados Unidos, pero con la firmeza que nos caracteriza: “La relación comercial, estoy convencida de que se mantendrá; ambas economías nos necesitamos para competir con otras regiones del mundo”. No es súplica, es realidad: el T-MEC no es limosna de nadie, es un pacto entre iguales que fortalece a México y que, gracias a la diplomacia de la 4T, resiste las tormentas.
A los que sueñan con vernos de rodillas: “No somos colonia ni protectorado de nadie”, exclamó Sheinbaum, con esa convicción que nace de un pueblo que ya no tolera injerencias. Remarcó que defender la patria no es invitar a extraños a pisar nuestro suelo, como han pedido algunos opositores que prefieren la sumisión al orgullo.
“La patria no se defiende cuando se busca injerencia extranjera en los destinos de la nación”, sentenció, y el Zócalo entero aplaudió, porque aquí mandamos nosotros, con nuestra Guardia Nacional en la frontera y operativos que han decomisado récord de fentanilo, demostrando que resolvemos en casa, sin pedir permiso.
Estas palabras no caen en el vacío: llegan un día después de esa reunión clave en Washington, durante el Sorteo Final de la Copa del Mundo 2026, donde Sheinbaum dialogó con Donald Trump y el primer ministro canadiense Mark Carney.
Fue un encuentro breve pero productivo, enfocado en la gran oportunidad que representa el Mundial para los tres países: unidad en el deporte, cooperación en el comercio. “Acordamos seguir trabajando juntos para temas comerciales con nuestros equipos”, destacó la presidenta, ratificando que México llega a la mesa con principios al frente, no con capirote.
Ahí, entre el bullicio del Kennedy Center, se dejó claro que el T-MEC no solo sobrevive, sino que se fortalece, pese a las presiones recientes de aranceles y amagos por migración y fentanilo. La 4T ha blindado nuestra frontera con 10 mil elementos de la Guardia Nacional, ha extraditado capos y ha golpeado donde duele a los cárteles, todo sin ceder un milímetro de soberanía.
Y si alguien dudaba de la firmeza mexicana, baste recordar el rechazo tajante a las propuestas de intervención militar de Trump. “No vamos a estar de acuerdo nunca con una intervención”, ha dicho Sheinbaum una y otra vez, recordándonos que la última vez que tropas gringas pisaron nuestro suelo, se llevaron la mitad del territorio.
Hoy, no: México colabora con inteligencia y decomisos récord –el mayor de fentanilo en nuestra historia, más de 20 millones de dosis–, pero opera en su propio terreno, soberano y libre. Los cárteles tiemblan ante nuestra estrategia de “abrazos no balazos” con el pueblo, pero balazos sí a la impunidad, y Trump lo sabe: por eso prefiere el diálogo que la invasión que tanto le duele rechazar.
En este Zócalo que late con la fuerza de siete años de transformación –de becas para jóvenes a salarios dignos, de nearshoring que rompe récords a un peso fuerte en 18.18 por dólar–, Sheinbaum nos recuerda que la 4T no negocia su dignidad. El T-MEC sigue porque México lo hace fuerte, la soberanía brilla porque la defendemos, y el futuro es nuestro porque lo construimos unidos. A los que amenazan con aranceles o tropas: gracias por el recordatorio, pero aquí el pueblo decide, y el pueblo dice ¡sí se puede!

