CDMX- Cuando las vallas metálicas de Palacio Nacional cayeron en la marcha pasada, no fue la furia espontánea de la “Generación Z”. Fueron más de 350 encapuchados que, de acuerdo a la Secretaría de Seguridad capitalina, actuaron con precisión quirúrgica: martillos, alicates, cadenas y proyectiles explosivos.
El mismo modus operandi que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) lleva documentando desde 2022 en un reporte confidencial filtrado por Guacamaya Leaks: 18 grupos que se autodenominan anarquistas, siete de ellos calificados como “tendencia radical” por sus acciones violentas sistemáticas.
El documento militar no deja lugar a dudas: Pintas, incendios, detonación de artefactos explosivos y hasta disparos de arma de fuego forman parte del repertorio de colectivos como la Coordinadora Estudiantil Anarquista (que agrupa comités libertarios de preparatorias y CCH), Okupache, Instinto Salvaje, Cruz Negra Anarquista y la Federación Anarquista de México.
Su presencia está confirmada en al menos 14 estados, pero la Ciudad de México es su escenario favorito: Aquí están los tres poderes y, con ellos, el símbolo perfecto para el ataque.
El 15 de noviembre no fue la primera vez. El propio secretario de Gobierno capitalino, Ricardo Ruiz Suárez, lo advirtió el 2 de octubre pasado, al cumplirse 57 años de Tlatelolco: “Antes veíamos 40 o 50 encapuchados; hoy vimos más de 350”. Aquel día tres policías terminaron gravemente heridos.
Dos semanas después, el “bloque negro” regresó con mayor número y mejor equipado. El patrón es idéntico: aparecen cuando la protesta pacífica está en su punto más alto, rompen, incendian, hieren y desaparecen. El sábado pasado, cinco policías siguen hospitalizados y tres personas fueron vinculadas a proceso por robo y lesiones.
El secretario de Seguridad, Pablo Gómez, fue tajante este lunes: “Se vieron grupos que no se habían visto previamente”.Traducción: el bloque negro seestá profesionalizando.
Mientras la oposición señala al gobierno de “infiltrar” las marchas, los archivos del CNI —hoy públicos por Guacamaya— cuentan otra historia: hace años que estos grupos existen, operan y golpean sin importar quién esté en el poder. Su objetivo no es la reforma; es el caos. Y cada vez son más. Y cada vez llegan mejor armados. La pregunta ya no es si volverán. Es cuándo y contra qué.
