Las calles campechanas ya no huelen solo a cempasúchil ni se llenan de velas y pan de muerto. Entre máscaras de monstruos, calabazas anaranjadas y telarañas de plástico, el Halloween sigue robándole protagonismo al Día de Muertos, una de las tradiciones más arraigadas en la cultura mexicana.
El padre Juan Arcos Arana, párroco de San Román, advirtió que la influencia de esta fiesta pagana ha permeado la mentalidad de muchos, alejándolos del verdadero sentido del Día de Muertos, una tradición que honra la memoria de los difuntos y celebra la vida más allá de la muerte.
“Adoptar otras culturas no es nada bueno. Nuestro Día de Muertos tiene un sentido profundo, recordar y orar por quienes ya partieron. No debemos perder eso”, expresó el sacerdote, preocupado por el rumbo que toman las nuevas generaciones.
Además, en estos tiempos, muchos realizan rituales y prácticas ocultistas con animales que suelen intensificarse entre finales de octubre y principios de noviembre. Aunque sus palabras pueden parecer alarmistas, su preocupación tiene una raíz común con la de muchos creyentes, la pérdida del sentido espiritual del Día de Muertos con altares llenos de flores y fotografías.
En estas fechas, hoy las casas se adornan con esqueletos fluorescentes y máscaras de terror, olvidando el motivo original de la fecha. Por lo que insistió que Campeche no debe ceder su identidad cultural ante modas extranjeras.
Halloween no es una noche de disfraces; es una trampa que trivializa la muerte y normaliza lo oscuro. Hay que volver a recordar a nuestros muertos, no a temerlos.

