CDMX. En medio de la cuenta regresiva hacia la revisión del T-MEC, México llega con una debilidad que lo vuelve más vulnerable que nunca frente a sus socios comerciales: su dependencia del gas natural y de los combustibles provenientes de Estados Unidos. Esa relación energética, que durante años funcionó como un soporte para el crecimiento industrial, hoy se convierte en un punto de presión que reduce su margen de negociación.
La aspiración de autosuficiencia energética ha sido uno de los discursos más insistentes del gobierno mexicano. Sin embargo, los datos revelan lo contrario. Alrededor del 70% del gas natural que se consume en el país proviene de importación, principalmente de ductos que cruzan la frontera con Texas. En el caso de las gasolinas, la dependencia de los suministros varía según la temporada, pero se mantiene entre 40% y 60%. Dejar de depender de ese flujo sería, en palabras de los analistas, casi imposible en el corto plazo.
Para Carlos Pascual, vicepresidente senior y jefe de Geopolítica y Asuntos Internacionales en S&P Global Commodity Insights, el problema, no es sólo económico, sino logístico y estructural, en tanto que el país no tiene la infraestructura suficiente para sustituir por completo esos suministros.
La situación se complica aún más cuando se compara el costo de las gasolinas producidas localmente con el de las importadas. “Hay que ver cuál sería el costo del producto en comparación con el de importación. La realidad es que hay mucha incertidumbre alrededor de todo eso que no se ha definido”, apuntó.
En otras palabras, alcanzar la autosuficiencia significaría no sólo reestructurar la política de precios del petróleo nacional, sino también redefinir la operación de Pemex y las reglas del mercado energético. Algo que, por ahora, está lejos de resolverse.
Ante esta realidad, Pascual plantea una ruta más realista: reducir la dependencia, no eliminarla. “México puede utilizar sus recursos renovables para que en el tiempo, a lo mejor no se llega a la autosuficiencia porque sí se va a seguir necesitando la importación de gas por mucho tiempo, pero sí se puede disminuir la dependencia con otras fuentes de generación”, señaló.
Eso implicaría impulsar nuevas inversiones en energía solar, eólica y geotérmica, sectores en los que el país tiene potencial, pero que en los últimos años se han visto frenados por cambios regulatorios y decisiones políticas.
“México va a atraer más atención sobre qué hace en su política para impulsar la inversión en energía renovable y cómo eso puede diversificar la dependencia de combustibles”, agregó.
DESENCUENTROS PASADOS
El problema es que el momento político no ayuda. Durante los últimos años, la inversión energética —y la inversión en general— se ha visto afectada por la incertidumbre regulatoria. Las reformas impulsadas durante el sexenio pasado, como la energética y la desaparición de órganos reguladores, provocaron que muchos capitales se replegaran.

