MÉXICO.- En la política, donde cada gesto se interpreta y cada ausencia se magnifica, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch ha dado una lección de temple y enfoque. En “La Mañanera del Pueblo”, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana explicó con claridad por qué no estuvo en el informe de la presidenta Claudia Sheinbaum en el Zócalo:
Estaba trabajando. “Atendiendo pendientes prioritarios del Gabinete de Seguridad”, dijo, cortando de tajo las especulaciones que, en el caldero de las redes sociales, ya lo vinculaban a amenazas o desaires políticos. En un país donde el simbolismo a veces pesa más que los hechos, la ausencia de Harfuch no fue un desplante, sino una señal de que su brújula sigue apuntando al deber. Y, de paso, un recordatorio de por qué su nombre resuena como presidenciable para 2030.
No es la primera vez que Harfuch enfrenta el escrutinio público. En 2020, como jefe de la policía capitalina, sobrevivió a un atentado que dejó cicatrices físicas y políticas.
Aquel episodio lo consolidó como un hombre de acción, pero también como un blanco. Por eso, cuando no apareció en el evento del Zócalo, los rumores no tardaron: ¿amenazas? ¿distanciamiento con Sheinbaum? La presidenta misma desmintió las conjeturas, recordando que el trabajo de su secretario no siempre permite actos protocolarios.
“A veces viene, a veces tiene mucho trabajo”, dijo, subrayando que la prioridad es la seguridad del país, no las fotos de portada. La química entre ambos, forjada en los años de la Ciudad de México, sigue intacta, y Harfuch lo sabe: su lealtad no necesita reflectores.
Pero más allá de la anécdota, el episodio revela por qué Harfuch se perfila como un contendiente serio para la sucesión presidencial. Su trayectoria combina resultados tangibles —la reducción de delitos de alto impacto en la capital— con un perfil discreto que contrasta con la grandilocuencia de otros aspirantes.
No es un político de mítines ni de discursos encendidos; es un operador que prefiere las trincheras de la estrategia a las tarimas del aplauso. En un país donde la seguridad sigue siendo el talón de Aquiles, su experiencia lo coloca en una posición privilegiada.
Mientras otros buscan los titulares, Harfuch construye su capital político desde la oficina o campo, con la coordinación interinstitucional contra el crimen organizado como bandera.
Y aunque 2030 parece lejano, cada decisión suya suma puntos en la carrera. “Que no panda el cúnico”, pues. La ausencia de Harfuch en el Zócalo no es un tropiezo, sino una jugada maestra: demuestra que su prioridad es el trabajo, no el espectáculo.
En un México que clama por resultados más que por poses, ese mensaje resuena. Sheinbaum lo respalda, el Gabinete lo respeta y el pueblo lo observa. Si sigue así, el escritorio de la Secretaría de Seguridad podría ser solo una escala rumbo a Los Pinos —o donde quiera que resida el poder en 2030—. Por ahora, Harfuch no se distrae, y eso lo hace más peligroso para sus rivales.

