CAMPECHE, CAMP. El crujido de las vigas metálicas y el roce de las piedras recuperadas llenan hoy el aire donde antes reinaba el silencio tras el colapso del techo de la parroquia de San Luis Obispo, ocurrido el 29 de diciembre de 2024. La meta es clara: reconstruir los 36 metros del techado con precisión y cuidado.
“Estamos iniciando en el codo del techo, armando todo para la reconstrucción. La piedra del atrio se reutilizará; es un ejemplo de lo que se va a hacer”, explicó el padre Fernando Manzo Barajas, mientras observa cómo los trabajos avanzan a marchas forzadas.
Y es notorio que los trabajos no paran, tras nueve meses, el templo ya muestra señales de vida: estructuras rojas provisionales dibujan la forma del techo perdido, y los obreros se mueven entre andamios, sacos de cemento y tablas dispersas, avanzando sin pausa bajo el sol y la lluvia.
“Este techo de lámina y estructura metálica que se está colocando es para poder trabajar bajo la lluvia y el sol. Se está reconstruyendo, armando todo el sembrado para poder levantar el codo, de hecho ya se ha iniciado la reconstrucción”, agrega, subrayando que la obra no se detiene y que la coordinación con el seguro, la empresa y el INAH ha permitido avanzar a la siguiente etapa.
OBREROS NO DESCANSAN
En la escena, se puede ver varias piedras retiradas del derrumbe, clasificadas y apartadas, pues serán reutilizadas para el nuevo techo. Las viguerías metálicas rojas, alineadas como un esqueleto temporal del techo, sostienen el trabajo y protegen la obra, mientras una lona negra impide que los restos caigan y una lona blanca cubre el retablo, preservando lo más valioso del interior.
El sonido de cortadoras y el polvo levantado por la preparación del piso acompañan la labor, donde tablas y cemento anticipan el nuevo suelo que acompañará al techo restaurado. Mientras tanto, el ruido al interior ha dejado a fieles católicos con una mezcla de asombro y esperanza, observando cómo el templo que conocen va tomando nuevamente forma.
Cada golpe de martillo, cada corte de metal y cada piedra recolocada parece marcar el ritmo de una reconstrucción que no solo devuelve un techo, sino también la sensación de hogar y pertenencia a la comunidad.
Habitantes esperan pronto que este lugar de fe y encuentro que poco a poco vuelve a erguirse, sólido y brillante, sobre Calkiní

