MÉXICO- Alejandro Moreno Cárdenas, conocido como “Alito”, ha decidido llevar su espectáculo de “víctima” a un escenario internacional, pero el telón ya no oculta su desesperación. Su reciente viaje a Washington para reunirse con la congresista republicana María Elvira Salazar no es más que un nuevo capítulo en su cruzada por desacreditar a México, envuelto en una falsa bandera de defensa de la democracia. Como bien apuntó la presidenta Claudia Sheinbaum, hay quienes, en su afán de protagonismo, caen en el ridículo, y “Alito” se ha ganado el papel estelar en esta tragicomedia.
Desde el Capitolio, “Alito” Moreno elogió a Salazar como “una mujer profesional y comprometida con la democracia, la seguridad regional y los derechos humanos”.
Palabras huecas, viniendo de un líder cuyo partido, el PRI, carga con un historial de cuestionamientos éticos y una relevancia política en declive. ¿Qué busca Alito con este show? ¿Legitimar su narrativa de perseguido político o simplemente mantenerse así flote en un escenario donde su credibilidad se desmorona? Su denuncia de supuestos ataques a las instituciones mexicanas desde el extranjero no solo es cínica, sino que refleja su incapacidad para asumir la responsabilidad de su propio descrédito.

