C A R M E N , CAMP.- Pese a la llovizna que se dejaba sentir, el silencio de la noche fue interrumpido por el grito desesperado, “se hunde la panga, se hunde la panga”, para dar paso al desconcierto, a la angustia, al terror de decenas de cuerpos inertes, apenas cubiertos por unas sábanas, que llegaban el atracadero en la Villa de Isla Aguada.
Era el 22 de agosto de 1980, cuando lo que se había pronosticado en sus decenas de oficios del capitán Julio César Quej Parra, a sus superiores, al enunciar las serias deficiencias que presentaba “la chalana”, las cuales ante las visitas de “los jefes”, solo se cubrían con láminas de acero y pintura, que eran una píldora para el cáncer.
El trágico accidente se registró alrededor de las 21:00 horas, en una noche en la que el cielo lloraba, en medio de un mal tiempo y fuertes oleadas, como presagio la de presencia de la muerte que rodeaba el cruce entre Isla Aguada y Puerto Real, en Ciudad del Carmen.
El fuerte oleaje provocó que el frente de la embarcación comenzara a hundirse, tirando al mar los primeros vehículos que transportaba, en tanto que en el puente del mando, el capitán se aferraba al timón, mismo que no soltó hasta su último aliento.
A unos 200 metros del sitio del naufragio, Manuel Loeza en la playa, daba la voz de alerta a las familias aguadeñas, para que acudieran en ayuda de los náufragos, mientras la muerta rondaba entre las embarcaciones ribereñas que llegaba a ayudar.
Los primeros cuerpos sin vida llegaron a la tierra, siendo apilados en la zona del atracadero, contabilizando 10. Luego serían 30. Más tarde 60. Hasta que la cuenta de las vidas que se perdieron en este accidentes, fueron más de 100.
A 45 años de distancia, la Villa de Isla, convertida en Pueblo Mágico, hace esfuerzos para impulsar su desarrollo, basado en su historia, en sus leyendas y en sus tradiciones.
Un recuerdo que se desvanece A bordo de la panga, al mando del experimentado capitán Julio César Quej Parra, con más de 20 años de experiencia en esas rutas, viajaban familias enteras, camiones de carga y, según testimonios, al menos dos autobuses con pasajeros rumbo a Campeche y Mérida.
Los pasajeros, muchos de los cuales no sabían nadar, se arrojaron al agua en un intento desesperado por salvarse. Desde la orilla continental, los testigos presenciaron el horror. Gritos de “¡La panga se hunde, la panga se hunde!” resonaban en el muelle de Isla Aguada, mientras los náufragos luchaban por alcanzar la costa, a unos 200 metros separaban a los náufragos de tierra firme.

